Ayer cuando vi en la Redacción que nuestros reporteros enviaban la foto en la que el doctor Alejandro Giammattei se conducía en un vehículo de tres ruedas hacia la tribuna del Mariscal Zavala, para recibir las insignias que le corresponden como Comandante General del Ejército, me acordé de la forma en que desde su primer día en la Presidencia empezó la cooptación de Ramiro de León Carpio que derivó en su transformación absoluta. Y es que con “detallitos” como el de la moto adornada con el nombre de Giammattei, se va desarrollando una ya bien conocida y ejecutada estrategia en la que se condiciona a los gobernantes para que sientan enorme dependencia de quienes pueden satisfacer, a todo trapo, hasta sus más íntimos deseos.
Ramiro de León Carpio no era un novato en asuntos de Estado y muchas veces habíamos platicado de la forma en que en ese tiempo el Estado Mayor Presidencial lograba asegurar la máxima influencia en el ánimo de los gobernantes. Él sabía, porque lo analizamos muchas veces, cómo es que condicionaban al Presidente luego de hacerle un detallado perfil en el que se exponían sus fortalezas y debilidades, aprovechando las segundas para aniquilar las primeras.
No se trataba de una cuestión incidental sino de un sistema bien diseñado y perfectamente ejecutado con todos y cada uno de los gobernantes civiles que empezaron a llegar luego de la vigencia de la actual Constitución de la República. La perfecta sincronización de todos los movimientos en el entorno presidencial, anticipándose inclusive a los deseos del mandatario, los hacían cada vez más y más dependientes de la innegable eficiencia que se ponía en práctica, muy superior a la disciplina de trabajo de los amigos y allegados civiles que también resultaban encandilados por esa desconocida maravilla.
Los últimos juguetes tecnológicos que puedan existir en el mercado están a la orden y disposición de quien llega a la presidencia y basta un chasquido de dedos para disponer de lo habido y por haber. No digamos otras aficiones que pueda tener cada individuo a las que, también, pueden dar rienda suelta porque literalmente no hay límites para darse gusto.
Tristemente en eso está el peligro, porque es tanto lo que deslumbra que se empieza un lento pero seguro divorcio con la realidad y eso es lo que creo que debe entender ahora, en las primeras horas de su mandato, el nuevo Presidente de la República. Siento que es un paso adelante el que haya dispuesto acabar con la SAAS que se convirtió en una mala copia del Estado Mayor Presidencial, porque careció siempre de su rotunda eficiencia, pero acumuló los mismos vicios y acrecentó los defectos.
El tema de la personalidad de los gobernantes es crucial para marcar el destino de su gestión presidencial y por ello vale la pena alertar a quien llega como nuevo y expresa, al menos en el discurso, su intención de hacer las cosas en forma diferente y no pasar a la historia como Morales, quien horas después de dejar el cargo tuvo que cosechar lo que había sembrado y se puso a la vanguardia de esos especímenes a los que Giammattei dijo, en campaña, que no quiere pertenecer.