Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Uno de los mínimos alrededor de los cuales se han unido guatemaltecos de todos los orígenes y de todas las clases sociales ha sido la impunidad. Ha sido tal la necesidad que hemos visto a quienes alguna vez fueron rivales políticos unirse, así como a copetudos rozarse con “chorreados” a los que han tratado de shumos toda su vida, porque comparten las mismas preocupaciones ante la justicia.
Su fue la CICIG y el Ministerio Público (MP) pasó a ser un elefante blanco que solo vigila o dice que investiga sin mayores resultados (salvo en los casos que le interesan a la Fiscal General), pero sigue siendo latente el pánico que se le ve a gente como Jimmy Morales por enfrentar la justicia.
El, hasta el martes, Presidente, es tan cobarde que no solo suplicó por ayuda sino que además se fue a entregar a las manos de quien lo quemó por su almuerzo con Mario Estrada, es decir, Sandra Torres. Lo que sucede es que cuando Torres denunció a Morales, ella se sentía la próxima presidenta del país y ahora negocian porque ella estaba tras las rejas por recibir chorros de dinero en la campaña y sin reportarlo.
Y por eso es que digo que Dios los cría y el Diablo los junta, porque en el país se han unido los que desean regresar al pasado, los que desean que Guatemala se conduzca por las avenidas de impunidad, los que han crecido toda su vida creyendo que los negocios que hizo Papi con el dinero de la gente son legales al punto que se terminan “matando” por la herencia corrupta que significa haber saqueado al país por décadas.
Pero con todo y que parece que hemos detenido el avance que logramos en los últimos tiempos, yo me quedo con el miedo que se le ve a Morales, con las artimañas que necesita Sandra Torres para irse a su casa, con lo que hacen para manosear la justicia, debilitar el delito de financiamiento y las maniobras solapadas de aquellos que antes de aceptar un procedimiento abreviado ponen sus maquinarias para lograr que les den un criterio de oportunidad con el que pretendan vender que nunca han metidos sus manos de mala manera.
Si van ganando tanto, ¿por qué habrían de perder las formas, mendigarle a los enemigos, llorarle a los operadores de impunidad y celebrar pírricas victorias como hazañas para la historia? ¿Por qué se desbocan y dejan de cuidar las formas si, supuestamente, ya nada les preocupa? Y la respuesta es sencilla y es que es tanto el miedo que tienen los que saben que se han comido elotes por los que tarde o temprano pagarán, que necesitan unir esfuerzos para sentirse en paz.
Nadie dijo que lograr una mejor Guatemala iba a ser fácil. Como sociedad, hemos tenido salidas en falso y ha habido duros momentos que se viven por denunciar un sistema que los poderosos necesitan, pero a futuro debemos seguir trabajando con el optimismo que genera ver cómo los mafiosos actúan de manera cobarde, como Jimmy Morales, y juegan sucio, como Sandra Torres y su gente.
Y dicho sea de paso, solo los mafiosos extrañarán a Jimmy Morales tanto como extrañan cobrar comisiones en nombre de Alejandro Sinibaldi.