Félix Loarca Guzmán
El próximo martes 14 de enero terminará la pesadilla que para el pueblo de Guatemala significó el tristemente célebre gobierno del señor Jimmy Morales, quien pasará a la historia como uno de los peores gobernantes del último siglo.
Al concluir esta pesadilla empezará otra, encabezada por el médico derechista Alejandro Giammattei, quien llegará al poder sin legitimidad y representatividad, pues en las votaciones fue electo por una mayoría de la minoría. Recordamos que, del total de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, solo acudió alrededor del 42 por ciento a ejercer su derecho al sufragio. En otras palabras, que el 60 por ciento del electorado se abstuvo de votar.
En el remoto caso que el 42 por ciento hubiera votado por Giammattei, se trataba de una minoría. Pero con términos prácticos, en ese 42 por ciento había votos a favor del ahora presidente electo y de su contendiente, la señora Sandra Torres, abanderada del partido UNE.
De manera que Giammattei no representa genuinamente al pueblo de Guatemala, y por consiguiente carecerá de legitimidad. En ese marco, tendrá que ser muy prudente en sus decisiones, para que no nos dé la razón sobre que su gobierno será una nueva pesadilla para los guatemaltecos.
Sus primeros pasos lo han retratado de cuerpo entero como un gobernante que estará subordinado a las políticas imperiales del Norte. El incidente que fue a protagonizar hace varias semanas al intentar su ingreso al territorio venezolano sin llevar pasaporte guatemalteco y sin contar con invitación de las autoridades del gobierno de Caracas, y su abierta simpatía para el opositor que se autoproclamó gobernante venezolano sin ser producto de elecciones libres, le resta credibilidad.
A ello se suma la intención que se le atribuye, de promover la expulsión en cuanto asuma la Presidencia, de los miembros de la Embajada de Venezuela acreditados en Guatemala.
El principal reto que tendrá Giammattei, será promover una gran cruzada de reconstrucción nacional, para enderezar el rumbo del país, luego de los numerosos desastres que llevó a cabo el gobierno del señor Jimmy Morales, al vulnerar el orden constitucional con una clara injerencia en los otros poderes del Estado, negándose a cumplir resoluciones emitidas por la Corte de Constitucionalidad.
Uno de los errores más grandes que llevará sobre sus espaldas, será el haber paralizado la lucha contra la corrupción, al promover una siniestra conspiración contra la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG.
El presidente Jimmy deja el mal sabor de haber integrado el desprestigiado Grupo de Lima, creado por el gobierno de Washington, para desestabilizar al régimen de Venezuela del Presidente Nicolás Maduro, por el pecado de mantener una línea independiente.
El saldo del gobierno saliente fue su subordinación al gran capital, con un notorio aumento de la pobreza y la desigualdad. Hay que señalar que Jimmy no gobernó solo. Lo hizo de la mano de influyentes militares del pasado y del grupo de seguidores del exalcalde Arzú.