Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

El tiempo es inexorable, no se detiene, para nada, únicamente cuando uno hace sus propios conteos puede precisar cuántos años han pasado, así que, con la San Silvestre de 2019, cumplí 31 años de aquella primera carrera justo en el año 1988. Y aunque los años han pasado, es imposible dejar de sentirse agradecido por la oportunidad de alcanzar este dato. No se me olvida que mi hermano del alma Sergio Mejía fue quien me invitaba a correr, pero yo me negaba reiteradamente, no le encontraba el gusto a pesar de tantos años de voleibol y básquetbol, cuando correr era una rutina normal, pero para calentar antes de estos juegos.

Sin embargo, no se me olvida, una tarde, pensaba que los años habían pasado y que las posibilidades de seguir jugando básquetbol iban concluyendo, puesto que el deporte era exigente y en la liga que jugaba era realmente competitiva, pues nos juntábamos viejos jugadores de liga mayor y con gran experiencia, por lo que cada partido era duro. En esas reflexiones iba en mi carro, era una tarde soleada de mayo, cuando frente a mí venía una pareja de corredores -hombre y mujer- y pude observar que venían disfrutando de su deporte.

Ahí tomé la decisión de salir a correr. Empecé titubeante. Salía de mi casa y corría alrededor de 5 o 6 cuadras y me regresaba, pero cada día agregaba dos cuadras más y dos cuadras más y dos cuadras más. El sentimiento que me embargó cuando al fin pude llegar a la Avenida de las Américas, saliendo de la zona 10, todavía es imposible de olvidarlo, me llené de alegría, no podía creer que pudiera hacerlo y con este sentimiento se acrecentó mi gusto por correr y así también llegó la primera San Silvestre, ciertamente la carrera más alegre de cada año.

Sergio Mejía me compró mi número y me pasó a recoger a la casa. Al llegar a las cercanías del Parque Morazán de donde partía la carrera fue inolvidable, era una fiesta, la cantidad de corredores y la multiplicidad de colores y de edades de los corredores, me convenció de mi decisión. Sin embargo, los nervios no dejaban de aprisionar mi estómago, esta sensación de vacío o de examen o de mariposas, crecía con la cercanía de la salida. Como corredor inexperto, no tenía los tenis adecuados, me recuerdo que eran unos blancos con azul marca Nike, pero no eran apropiados para la carrera, una playera roja y listo.

Arrancó la carrera y nos encaminábamos por toda la 6ª. avenida de la zona 1, la cual estaba llena de gente aplaudiendo y apoyando, Sergio iba conmigo, pero a las alturas de la Municipalidad le dije que avanzara que no se preocupara por mí y así seguí solo todo el trayecto. No se me olvida que por la 6ª avenida y 7ª. calle de la zona 9, estaba Herman Petersen, quien me gritó “acá tengo galletas saladas Chicho”, doblábamos en la 10ª. calle hacia la 7ª avenida de la zona 9 y de ahí llegábamos hasta el Inguat y el Intecap para entrar al Estadio hoy Doroteo Guamuch Flores, en la meta estaba Sergio esperándome.

Hoy mis viejos amigos corredores -Sergio, Víctor Hugo, Danilo, Fredy y Giovanni-, no pueden correr por diferentes lesiones, los extraño. Todos mis hijos, a excepción de Jennifer, la han corrido, todavía en la San Silvestre del año pasado, la corrimos con Sofía Alejandra. Así que ésta fue la número 31, todavía tuve la oportunidad de cruzarme con viejos y nuevos corredores Mike Aguilar, Jorge Soto y otros, igual conté con el apoyo de Mónica y el Tato, pero siempre extraño ver a mis hijos al final de esta carrera que ya es una tradición para todos nosotros. Así que 31 carreras de San Silvestre y, sí, así lo espero, contando para muchas más. Feliz Año 2020 para todas y todos. Salud.

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