A Estados Unidos le convenía, antes del cambio de gobierno en Guatemala, enviar deportados para asegurar, de hecho, el Acuerdo de Tercer País Seguro que en medio de una gran patraña oficial suscribió con nuestro país. Pero no bastaba mandar únicamente a hondureños y salvadoreños, sino que era necesario acelerar la deportación también de mexicanos para hacer valer de una vez por todas el afianzamiento de la postura de Guatemala como receptor de todos los solicitantes de asilo en Estados Unidos, dejando atrás la idea mentirosa de que era únicamente para los nacionales de los dos hermanos países centroamericanos.
Ayer las autoridades norteamericanas confirmaron de manera tajante que también serán enviados mexicanos, lo que implica que podrán hacerlo con ciudadanos de cualquier país del mundo que solicite asilo en Estados Unidos. La urgencia de Washington se entiende porque con ella quieren dejar amarrado al próximo gobierno con un plan que ya está debidamente implementado y que les está dando resultado porque, al verse en un tercer país tan inseguro y con tan poco que ofrecer, todos prefieren irse de vuelta a su lugar de origen en vez de quedarse aquí a esperar el trámite de su solicitud.
Vivimos una realidad mundial en la que el derecho internacional se lo pasan por el arco del triunfo y lo mismo engañan designando País Seguro a uno como Guatemala que simplemente ordenando el asesinato de un jefe militar de nación extranjera. Como bien se ha dicho en Estados Unidos, ¿qué haría ese país si los iraquíes decidieran mandar a matar a Bush o a Cheney alegando que tienen las manos manchadas de sangre de iraquíes?
México ya protestó por la arbitraria decisión de Estados Unidos respecto a sus ciudadanos que solicitan asilo pero en Guatemala todo es silencio porque nuestras autoridades no sólo ya se van, sino saben a qué se comprometieron cuando se agacharon abyectamente para aceptar las imposiciones de la Casa Blanca.
La responsabilidad, como tantas otras, se le pasa ahora al futuro gobierno de Giammattei, quien tiene que decidir en el corto plazo si mantiene todas las absurdas y torpes acciones de este gobierno en política exterior o si las revierte por dignidad y para devolverle al país mínimos de decencia y real soberanía.
Una semana más queda para que se consumen todavía más acciones deleznables en contra del interés nacional, dispuestas por el que, sin duda, es el peor gobierno que hemos tenido, lo cual por supuesto ya es mucho decir tomando en cuenta la escasa calidad de tantos de nuestros gobernantes.