Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

En 2014, cuando esta columna recién empezaba a publicarse, escribí un breve texto en el que, palabras más palabras menos, comentaba cómo a veces, con el paso del tiempo y quizá sin darnos cuenta, vamos convirtiendo en “normal” aquello que no lo es… En virtud de que estamos iniciando un nuevo año y nuevas etapas de vida, me ha parecido buena idea realizar el breve ejercicio de repasar, a manera de reflexión, algunas de las cosas que quizá en Guatemala hemos empezado a ver como algo “normal” sin que realmente lo sean, cuestión que, sin duda, las más de las veces, constituye una acción que va en detrimento de nuestro propio bienestar como sociedad, es decir, esa normalización de lo que no es normal. Por supuesto, hemos de tomar en consideración que lo que para unos puede no ser algo normal, para otros puede que sí lo sea, por lo que ello va a depender, en gran medida, de nuestro particular punto de vista de las cosas y de los parámetros de comparación que utilicemos para el efecto. En ese orden de ideas, permítaseme referirme únicamente a un ejemplo de esa aparente normalidad con la que convivimos hoy día y de la que, dicho sea de paso, ya he comentado en ocasiones anteriores. Un asunto al que, en lo particular, me parece importante prestar atención en tanto la existencia de una necesidad urgente de hacer algo al respecto, a saber: escuché en un noticiero, hace pocos días, la noticia del triste fallecimiento de una niña de trece años que estaba embarazada. Supongo, por complicaciones quizá debidas a su corta edad y a su estado, murió sin que se pudiera hacer mayor cosa por ella. El suceso, no obstante, va más allá de la noticia per se (que ya es alarmante, por supuesto), en tanto que los embarazos en niñas y adolescentes constituyen un asunto serio y delicado en aumento según revelan las estadísticas de las que se puede actualmente disponer (véase: https://osarguatemala.org/embarazo/). Los embarazos en niñas no pueden ser considerados algo normal, por el contrario, constituyen un delito que debe ser denunciado, perseguido y condenado de acuerdo con la ley, muy a pesar de la resistencia que a veces pueda encontrarse. No podemos normalizar ese tipo de situaciones porque sencillamente no son normales, quizá para algunas personas sean cuestiones vinculadas a la costumbre, a la educación o a determinadas necesidades humanas, pero lo cierto es que nada justifica hoy día ver niñas de diez o doce años dando a luz, sobre todo porque usualmente esos embarazos son producto de violaciones que se dan en el entorno familiar o cercano a las niñas embarazadas. Un asunto preocupante, sin duda, en el que es preciso poner especial atención y hacer algo urgente. Ojalá este recién estrenado 2020 (bisiesto, por cierto), sea un año en el que también reflexionemos en la necesidad de evitar la normalización de todo aquello que no es normal.

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