Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

La Historia de Guatemala es muy ilustrativa en relación con las conductas de los funcionarios de ayer y hoy: prepotentes, abusivos, malcriados, torpes, ignorantes, displicentes, autoritarios, todólogos, mentirosos, injustos, indiferentes, iletrados y todos muy pagados de sí mismos.

Pero cabe preguntar: ¿por qué han observado tales conductas? Muy sencillo: porque la sarta de adláteres, lambiscones, lamebotas (lameculos dirían en otros países) que forman su círculo íntimo los tuvieron/tienen embebidos en que Guatemala ha sido un país cuya población rauda y veloz avanza hacia el futuro sin tropiezo alguno y está a pocos pasos de encontrar la PAZ, ARMONÍA SOCIAL Y BIENESTAR ECONÓMICO bajo su guía presidencial.

Cada cuatro años, ellos, los presidentes del Organismo Ejecutivo fueron, son y serán -según ellos- los iluminados por su dios para dirigir los destinos de esta población que les aguantó y aguanta sus desmanes, inmoralidades e idioteces con un estoicismo que raya en lo abyecto (despreciable, vil en extremo, humillado, herido en el orgullo) y pareciera que se terminaron la materia gris y el producto de gallina en este país, es decir, el valor civil.

Otro año inicia pasado mañana con las mismas expectativas de siempre: salud, trabajo, bienestar, seguridad, educación, desarrollo, empleo, vivienda y desarrollo personal. ¿Quién o quiénes se lo pueden dar a la población? ¿Quién o quiénes están obligados a ello? Naturalmente los funcionarios, ¡¡Pero no de su pisto!! Ni en concepto de regalo, limosna o dádiva porque hubo y hay algunos que llegaron bien pelados a la presidencia y se convirtieron por arte de magia en potentados.

Debe ser del dinero que toda la población paga en concepto de impuestos directos e indirectos, tasas, arbitrios, piso de plaza, Iusi y cuanta exacción legal haya para inversión social (salud, trabajo, bienestar, seguridad, educación, desarrollo, empleo, vivienda) pero… ¿Dónde está el dinero? ¿Para qué sirve el dinero recaudado? ¿para los y las amantes de algunos funcionarios? ¿O para comprar Doctorados Honoris Causa de universidades de garaje de diferentes países? (¿Nicaragua, Estados Unidos, países asiáticos cuando allá es de noche aquí es de día?)

También el dinero ha servido para viajes a países exóticos con las y los amantes disfrazados de secretarias o personal diplomático; para comprar títulos de nobleza, grados honoríficos militares (desde subtenientes hasta Capitanes Generales, rangers, pilotos de aviones Pampa, kaibiles, marinos; o viceversa: dar grados militares a imágenes religiosas o reconociéndolas como Capitanes Generales) reconocimiento social y político en otros países o bien traer diputados de otros países a que hagan reconocimientos a los mediocres funcionarios guatemaltecos, la compra de bienes inmuebles (fincas, casas, condominios)

En otras palabras, el dinero del pueblo ha servido para beneficio particular de quienes en sus campañas políticas le ofrecieron a la población gestionar para conseguir un mínimo de dignidad en los servicios públicos a los que se tiene derecho. ¿Y el pueblo? Bien gracias ¿sangre de horchata o nagüilones?

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