Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

El viernes de la semana pasada, el Banco de Guatemala (Banguat) habló de la economía formal e informal acerca de su papel y rendimiento en el Producto Interno Bruto (PIB). Según estimaciones del Banguat, el sector informal representó durante el 2019 un 22% del PIB mientras que en el tema del empleo la informalidad representa hasta un 70%.

Víctor Flores, director de Estadísticas Macroeconómicas del Banguat, explicó que, en términos nominales, la informalidad ha producido aproximadamente 130 mil millones de quetzales en 2019, de una proyección de 600 mil millones del PIB nominal, haciendo la reserva que son estimaciones de cierre y no las cifras definitivas.

El que el 60 por ciento de los hogares es informal y que solo generen un 22 por ciento del Producto Interno Bruto tiene que ver con la productividad que tiene el sector informal respecto al sector formal, que es menor”, explicó Johny Gramajo.

El Banguat explicó que las empresas grandes tienen la ventaja de generar economías de escala y que por la cantidad de empleados que pueden tener, así como acceso a maquinaria, empleados, mercados y clientes, su producción es mayor.

Por otro lado, la Agexport reveló sus estimaciones para el 2019 las cuales se ubican en un aproximado de 1% por encima de las exportaciones del 2018. Se estima cerrar el 2019 con US$11 mil 29 millones y en el 2018 el Banguat reportó exportaciones por US$11 mil 18.5 millones.

Por el otro lado, las remesas se estiman que cerrarán por encima de los US$10 mil millones y hay que destacar que, si no fuera por eso, en Guatemala se detendría el enorme consumo que ha mantenido a flote nuestra economía.

Viendo lo que ocurre con nuestra economía formal e informal, con el ritmo de las exportaciones y con el envío de remesas (base del esfuerzo del migrante), nos damos cuenta que el gran reto del 2020 se vuelve la economía y para ellos necesitamos ajustes clave que hoy son un lastre para un verdadero desarrollo económico.

Necesitamos que exista una mejor certeza del castigo (reformar la justicia) porque solo así podremos atraer a más inversionistas de primer nivel. Para ello, se requieren modificaciones al sistema de compras y adjudicaciones, así como la rendición de cuentas porque así podremos pensar en economías de escala y en proyectos de todo tipo (principalmente en inversión en la gente y en infraestructura) sin que la tónica sea en que haya más sobra que obra.

Necesitamos que el Estado, más allá si es pequeño o grande, sea eficiente y para eso necesitamos la reforma al servicio civil (menuda tarea porque el Estado es el botín de los políticos y sus socios particulares). Además, necesitamos cierta legislación clave como la de aguas (así los megaproyectos se abren y no quedan a merced de quien ya “apalabró el río”, por ejemplo), competitividad (pero buena y no hecha pensando en favorecer a mafias) y trabajo a tiempo parcial que cumpla con la Constitución para ofrecer más alternativas. Necesitamos que los informales pasen a la formalidad sin excusa alguna.

Todo lo que empezó en el 2015 y que con tanto ahínco han tratado de detener algunos, tiene que ver con el crecimiento económico porque no habrá economía en el mundo que pueda crecer como se debe con tantos vicios de corrupción, altos índices de impunidad, debilitamientos institucional que deviene de un financiamiento (del narco, de informales, de formales y cuello blanco) que solo busca la cooptación para satisfacer crecimientos personales que al día de hoy no alcanzan y que facilitan el hartazgo de la gente, mucha de la cual tampoco anda viendo cómo salimos todos juntos sino como se cobran históricas facturas tras el abandono en el que los hemos dejado.

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