Fernando Mollinedo C.
El mundo de hoy es diferente al de ayer y también lo será en un futuro cercano cuando las generaciones vayan cambiando paulatinamente con los avances tecnológicos, las formas de educación, las relaciones personales y laborales, la relación directa o indirecta con la naturaleza, el galopante mestizaje humano y de nacionalidades más otros factores que nos hacen poner en el pasado algunas cosas que aún son novedad para otros.
Ante esta vorágine social y material, lo que no cambia y sigue siendo una institución anquilosada, vieja y casi en ruinas que sigue milagrosamente en pie en las ciudades y pueblos a la que denominamos GOBIERNO, es la única que se niega a entenderlo, puesto que fue, es y esperamos que ya no siga dirigida por la gerontocracia política y clanes familiares quienes se consideran los dueños y señores del destino de los guatemaltecos.
El problema de ser guiados por mentes anacrónicas y ciegos voluntarios que se rehúsan a comprender las necesidades de esta Guatemala moderna en el tiempo, pero más que retrógrada en el pensamiento de sus dirigentes políticos que continúan sin evolucionar desde hace 495 años, sin entender que el bienestar general prevalece sobre el particular y no como lo han hecho, que ha sido aprovecharse de los impuestos de la población para su interés personal, herencia maldita que la mayoría de políticos ejercita de manera descarada.
A lo largo de la Historia y en muchísimas ocasiones, las estructuras del pensamiento han variado de forma tan radical que las viejas formas de entender el mundo han dejado de funcionar, esos momentos tan cruciales los hemos vivido en Guatemala; institucionalmente hubo cambios ideológicos, pero la mentalidad de los gobernantes de los tres organismos del Estado, ministros, secretarios generales, diputados, alcaldes, funcionarios y empleados públicos y de la iniciativa privada sigue siendo cual si vivieran en el siglo 18, sintiéndose reyes, príncipes, iluminados, y el non plus ultra de la sociedad que los eligió o en su caso, por haber llegado a ocupar esos cargos de forma jamás imaginada.
¿De qué sirve la tecnología de punta en un país con instituciones y funcionarios de pensamiento cavernícola cuyo objetivo es huevearse lo poco que queda del erario nacional? Contratos legales pero INMORALES, plazas fantasmas, privilegios extensivos a sus familiares, boato, aplicación de toda clase de acciones y figuras delictivas disfrazadas de donaciones e inversiones, préstamos internacionales para actividades que nunca se realizan, en fin, modalidades hay muchas para que estos ladrones sigan enriqueciéndose, aunque no les dé tiempo para disfrutar sus riquezas mal habidas.
Cuando el destino nos alcance, será muy tarde para rectificar lo andado; las instituciones y los funcionarios tendrán como costumbre, hábito, tradición o herencia el irrespeto a los valores de dignidad, honradez y verdad. Pero como ya es muy marcada la tendencia de los actuales dueños del poder, de actuar sin miramientos en el goloso negocio político con el crimen organizado y el gobierno desorganizado. La complicidad entre criminales y poderosos está en agenda.