arlena_dcifuentes@hotmail.com

El verdadero sentido de la Navidad lo encontramos en Jesús. Fray Carlos Cáceres en el texto de su autoría sobre El Tiempo de Navidad y Epifanía manifiesta que “Jesús establece amistad con los pequeños y los despreciados”. Debemos… abrir la mente y el corazón…. Salir de nosotros mismos “para ir al encuentro de Jesús, como los pastores”, lo cual conlleva deponer nuestros egoísmos, nuestras extravagancias; dejar de lado los desencuentros para dar paso a los encuentros; mirar la necesidad del desvalido. Morir a nuestra indiferencia para renovar el corazón adormitado o quizá amargado por uno más sensible a la necesidad del prójimo –tan próximo a veces, como frente al que pasamos de largo– y por qué no, ante nuestra misma necesidad de amor que muchas veces negamos. Por ello el tiempo de Adviento determina para nosotros los cristianos un tiempo de reflexión y arrepentimiento: es tiempo de encuentro con nosotros mismos y con los demás, con su humanidad tan compleja y distinta pero a la vez tan simple de resumir en la necesidad de dar y recibir amor.

La Navidad es la celebración de un hecho, es una conmemoración. El nacimiento de Jesús dice Fray Carlos es “El hecho más grande que la humanidad podría esperar; aquel niño que nace, inicia una nueva historia. En él, Dios viene a vivir la misma vida humana. En él podremos mirar una forma de vivir llena de todo el amor de Dios; este amor que es el único amor total, absolutamente entregado. Tan entregado…. que morirá en la cruz. Su nacimiento será la gloria de Dios y la luz y la paz para los hombres….”.

En palabras de Fray Carlos “La Navidad, como la Encarnación, es en su raíz un misterio de amor inmenso: tanto nos amó Dios que nos dio a su Hijo único. Tanto nos amó el Hijo que vino a ser Dios-con-nosotros, entregándose todo por nosotros.” “En el rostro de Jesús aparece toda la bondad, la ternura, la misericordia, la filantropía de Dios, Jesús es el Dios que nos sonríe y nos dignifica.” Por El somos dignificados, que tremendo privilegio. ¿Sabemos ser portadores de semejante dignidad?

“¡Tanta humildad! continúa Fray Carlos “El, a pesar de su condición divina…, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos…” (Flp 2,6-7). … se hace niño, se empequeñece hasta nacer de una mujer. Las mismas circunstancias del nacimiento son humillantes: desconocido, rechazado, marginado… No podemos celebrar la Navidad si seguimos siendo orgullosos y envidiosos, si queremos ser superiores a los demás, si buscamos el aplauso, si no aprendemos a … bajar” Bajar nuestra altivez, bajar nuestra mirada o quizá bajar al nivel de la mirada del otro, bajar nuestra condición de superioridad para ubicarnos en el lugar que nos corresponde: el de la igualdad.

La Navidad ha perdido su sentido, su verdadero significado, nos hemos dejado atrapar por un sentido equivocado. La hemos convertido en el ajetreo del ir y venir, de compras y regalos; es un tiempo de festejos y porque no decirlo, también de excesos. ¿En dónde tengo puesta la mirada?

“Rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que lo aman”. (Catholic.net) Para recuperar el sentido de la Navidad bien haríamos en evitar lo pomposo y lo opulento de lo externo y de lo material; en su lugar, podríamos preparar nuestro interior: el corazón: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu.” (Sal 51, 12) Que en este camino de Adviento demos paso al arrepentimiento y a la reflexión que nos conduzcan al nacimiento de Jesús en nuestro corazón.

Artículo anteriorComentarios de los comunes
Artículo siguienteRecobra vigencia el proceso “acelerado” que pretende eliminar el Secreto Bancario