Arlena Cifuentes
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La definición más concreta sobre el concepto de “equidad de género” es la que reconoce que tanto hombres como mujeres tienen las mismas capacidades, por lo cual deberíamos tener las mismas oportunidades. En nuestro medio, como país atrasado, aún estamos muy lejos de lograr que ello sea una realidad, por lo que se hace necesario generar una lucha más tenaz en contra de la discriminación. En la búsqueda de la equidad de género que brinde las mismas oportunidades a hombres y mujeres; es decir, un trato igualitario de acuerdo a sus capacidades. Imparcialidad, justicia e igualdad son los pilares sobre los que esta se cimienta. Como en todos los ámbitos de nuestro país independientemente de la profesión que se tenga el hombre no logra liberarse del “machismo” tan arraigado.

No se trata de eliminar las diferencias entre hombres y mujeres sino en darles un trato igualitario de acuerdo a sus capacidades. No soy partidaria de que se nos otorguen puestos a través de las llamadas “cuotas de poder”, lo cual a mis hijas y a mí nos ofende porque sabemos que tenemos las mismas capacidades que un hombre en una misma profesión u oficio.

El tema retoma importancia, porque me ha tocado vivir muy de cerca las experiencias de mis hijas. En este caso específico en el HOSPITAL ROOSEVELT. Los estudiantes de medicina cuando son externos o internos no vislumbran la realidad de lo que ahí sucede; es, cuando se ingresa a las especialidades -residencias- en donde pulula la mediocridad entre los residentes y la permisividad e incondicionalidad de los jefes de departamento. Sobre todo cuando en una promoción hay varias mujeres en los primeros lugares lo perciben como una amenaza tanto para su ego como para su machismo; además de la cantidad de años aferrados a un mismo puesto con ideas obsoletas. En estos casos se lucha por hacer ganar al sexo masculino no importando su mediocridad, se cambian notas de la forma más cínica y descarada, se repiten exámenes con el fin de hacerlos ganar; sobre todo si se es hijo, nieto, sobrino de un jefe, aquí no importa si el señorito no gana el examen de admisión, la orden es que hay que admitirlo.

En este 2019, menudo chasco, tres mujeres en los primeros lugares en la Residencia de Cirugía. En un mundo justo, respetuoso y en vías de desarrollo, sin chistar se escogería entre ellas, no obstante la oposición de los jefes de que una mujer llegara a una jefatura no importando los juramentos y consignas por ellos emitidos. En lo personal como madre de una hija de quien me enorgullezco por su calidad humana, entrega, capacidad profesional y don de liderazgo, sin que ella lo supiese estaba dispuesta a presentar una denuncia. Lo cual no fue necesario.

Alguien visionario se les adelantó y hoy una mujer ha sido designada como Jefe de Residentes de Cirugía en el Hospital Roosevelt, pese a quien le pese, esto sienta un precedente para las futuras promociones y para el resto de las residencias en los hospitales nacionales. Estos señores entronizados en los puestos viven en un mundo troglodita con prácticas dictatoriales y con intimidaciones -esto lo hacen muy bien- desconocen que los tiempos han cambiado. Si, las mujeres hemos dado muestras de mucho mayor compromiso y capacidad en estas carreras, deben aceptarlo. También debe cesar el favoritismo hacia parientes y amigos; así como a “damas” que les puedan tener la cola machucada y no a uno, a varios y por ello puede hacer y deshacer actuando de manera despótica y abusiva sabiéndose protegida. Hay mucho que decir al respecto. Lamentable que estas instituciones no sean investigadas y la Universidad de San Carlos no asuma responsablemente el papel que le corresponde.

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