Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Uno de los hábitos más recurrentes cuando se intenta analizar la realidad en sus distintas esferas, personales, sociales, religiosas o políticas, por ejemplo, es el de la simplificación lógica. Habitualmente nuestros juicios son expresiones de prejuicios o convenciones que no hacen justicia a los hechos que queremos comprender. Quizá no lo hacemos por mala voluntad, pero esa audacia con la que nos enfrentamos al mundo, hace a veces que incurramos en la injusticia y que, sin quererlo, nos transformemos en sujetos inmorales a causa de una conducta originada por una visión reductivista. Tratemos de ilustrarlo para entendernos.

En el plano ideológico, por ejemplo, muchas veces se da por descontado que las manifestaciones populares son causadas más por manipulación de las masas que por necesidades reales de sus protagonistas. Al simplificar es más fácil atribuir la furia de los manifestantes a la influencia de la izquierda, la presencia cubana o los intereses de los perversos socialistas que a la injusticia generada por un sistema que excluye a la población vulnerable.

Ciertamente la realidad es mucho más compleja que afirmar las expresiones de indignación por grupos a los que se califica como delincuentes u organizaciones al margen de la ley. Aún y cuando esas simplificaciones sean reforzadas a través de citas de filósofos como Ortega y Gasset para quien “las masas” son poco menos que ignorantes descerebrados, presa de los más listos que manejan el cotarro.

Claro, algo de esto puede haber. No hay duda de que el descontento popular puede ser capitalizado por grupos de izquierda, que Maduro apoye y Ortega también haga lo suyo. Pero Cuba y los comunistas no son el factor determinante de lo que sucede en el malestar que cunde en Latinoamérica. Hay que admitir, por simple honestidad y hasta humildad, el hartazgo de la población por el saqueo de la clase política en contubernio con las oligarquías del erario de los países afectados.

Cegarse a ello, supera la ingenuidad explicativa de los ideólogos políticos. Supone también el deseo desesperado de la clase dominante por conservar los privilegios disfrutados en el tiempo a los que no se quiere renunciar. Quiero decir que la miopía además puede explicarse por razones económicas y no solo por limitaciones de análisis conceptual.

En esto nos daría la razón el mismo santo de los caballeros seguidores de Ortega y Gasset en su postura raciovitalista. Esto es, que la razón está comprometida con la vida, que no es independiente de ella y que, consecuentemente, es clave para la comprensión en la forma en la que aparece. Por ello, aunque sean comprensibles los argumentos de los economistas que defienden el statu quo, su análisis es reductivista, sesgado y perverso. Esto último, por la mala intención que en su ejercicio opera en contra de una sociedad más justa e inclusiva.

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