Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Las discusiones sobre el Presupuesto 2020, desafortunadamente, nunca fueron técnicas, al contrario siempre estuvieron impregnadas de política. Desde la presentación del proyecto de Presupuesto por parte del Ministerio de Finanzas Públicas, el mismo ya venía cargado, como siempre sin concepción de redistribución, sino al contrario impregnado de espacios propicios para la corrupción y la opacidad. Sin duda el techo, implicaba un dato que sobreestimaba la tendencia de la recaudación.

Sin embargo, lo que estaba en el interior es lo más preocupante. Allí se hacían movimientos perversos. Se bajaban asignaciones para desnutrición, se eliminaban programas de alimentos escolares, se quitaban o reducían drásticamente programas de salud, se dejaban montos considerables en “bolsones” de fondos, que significan renglones que pueden ser utilizados con cierta discrecionalidad. Contrariamente a la lógica se reducía en Presupuesto del CIV para dejarle espacio a las Alianzas Público Privadas e igualmente muchos de los renglones sociales se trasladaban a obra pública, obviamente para asegurar negocios.

El congreso (así con minúsculas), únicamente modificó ciertas asignaciones, con un dictamen pobre de contenido, luego lo cambiaron nuevamente y elevaron el techo para abrir espacios, no para nuevas asignaciones, sino para potenciar negociaciones espurias. El gobernante electo, tampoco jugó su papel de fiel de la balanza, evidentemente no hubo un estudio detallado del Presupuesto, tanto el futuro presidente y ministro designado, hicieron referencia -¡hasta esta semana!- a enmiendas generales, nada sustantivo. Más bien parecían aparentar oposición o jugar un rol protagónico, pero más parecía de “compadre hablado”.

El discurso prefabricado de la “reducción del Estado” volvió a cobrar vigencia, pero desde una perspectiva simplista, sin estudio, sin análisis, ramplón, gacho, puro discurso de los años ochenta. Es notoria la falta de preparación del nuevo equipo de gobierno, parece que han centrado su período de transición en las negociaciones políticas, a articular acuerdos, a hablar de grandes proyectos, como si el país no tuviera facetas tan lacerantes como la desigualdad y la pobreza, que bien hubiera merecido una discusión importante.

Las cosas visto desde esta perspectiva no apuntan bien. Estimo que nuevamente la transición fue mal planteada y mal utilizada por el futuro Gobierno, nada nuevo se vislumbra, ningún planteamiento de fondo se avizora. Creo que estamos, otra vez, ante lo mismo. Continuismo político, una gestión sin luces, un presidente electo sin capacidad o más bien sin interés en la realidad nacional, descansando en personajes oscuros y que ya deberían estar descartados, hoy emergen con fuerza y presencia para plantear serios nubarrones sobre una nueva gestión, que parece estar condenada al fracaso o bien a constituir un nuevo régimen insulso, soso, sin carácter, sin visión de sustancia.

Esta nueva oportunidad parece que únicamente sobrevivirá pero sin sentido. Ojalá me equivocara, pero me temo que no. Otra oportunidad será difícil. Los movimientos ciudadanos y sociales de Ecuador, Bolivia, Colombia y Chile, no les han iluminado en lo absoluto. Continuar en la línea de un sistema económico cargado de privilegios, abierto a la corrupción –ya se pudieron destacar los cambios que se quieren hacer en el IGSS en materia de compras, para reiniciar la juega de la corrupción–.

Todas las sociedades en el mundo quieren cambios de fondo. Seguir manteniendo el sistema con privilegios, sin competencia, propiciando mercados imperfectos, dejando agujeros fiscales, sin atender las enormes desigualdades sociales, tendrá su límite. Persistir en una clase política ignorante y plegada a intereses que busca el enriquecimiento ilícito fácil en connivencia con empresarios también corruptos y bajo un manto de impunidad, no es el camino.

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