Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Yo no sé qué tan cierto sea esto, pero a veces me parece que debe haber un código secreto en algunas personas que he conocido. Un código en el que tener pareja, da cierto tipo de crédito y hace sentir en una escala superior, de acuerdo con algún tipo de estándar.

Digo esto con pesar, porque en el tema de tener pareja, muchas personas funcionan como si les fuera la vida en ello, y como si estar acompañado fuera la última frontera. Es como si el asunto tuviera que ver con algún tipo de parafernalia.

Oigo frases relacionadas con tener una vida o rehacer la vida, las dos alrededor de esa búsqueda. Es algo parecido a aquella otra frase, en la que si se dice que a alguien le está yendo muy bien, es porque está haciendo mucho dinero.

No me parece justo que un ser humano tenga que estar probando cosas o demostrándolas; o convenciéndose de algo con su conducta. Desde mi perspectiva, cualquier desproporción es un síntoma, y la compulsión en el actuar, solo un alivio de la angustia.

Así las cosas, veo a mucha gente en la calle, y veo que muchos no parecen estar haciendo lo que quisieran estar haciendo. Claro que todos tenemos alguna explicación para hacerlo así, pero es necesario trascender nuestras explicaciones.

No todo es una culpa individual, muchas cosas funcionan como un mandato. Queremos que la gente dé respuestas afectivas consistentes y que establezca vínculos sólidos, cuando difícilmente ha tenido esa referencia. Necesitamos que en alguien quepa la cordura. Tan acostumbrados a la disfuncionalidad, ¿cómo le iría a cualquiera con una persona, digamos que madura?

A los niños los criamos dándoles miedo con nuestros miedos. En lugar de tratarlos como niños, para que no vivan como adultos, y que de mayores no sean como niños con bigote, que no andan viendo quien se las debe, sino quien se las paga, o de quien se prenden. Si vamos a hablar de amor, hablemos de él. El amor es cuidar; los niños lo saben bien, por eso quieren a quien los cuida.

Muchos humanos en su incomprendido egoísmo, entran en las relaciones queriendo cambiar al otro que anda por el estilo. Resulta fácil entender, que proyectar los miedos sobre un incompetente, es tener un incompetente sobreinfectado.

Cuando alguien no se atreve a la profundidad de su oscuridad inconsciente, se refugia en el cientificismo racional, se pierde en la lógica; y se vuelve violento. Violencia es romper el orden natural de las relaciones humanas. De cualquier cosa, en realidad. Solo lo que es natural, es capaz de penetrar en lo virginal y transformarlo.

Pero el ego en esencia, es primitivo. Es solo la pieza rudimentaria de lo que podría llegar a ser el psiquismo civilizado. La pedantería es de lo más primitivo. Es sentirse el centro de algo cuando en realidad no se es nada. Un mecanismo de supervivencia para no desintegrarse en la nada. Es fácil que en el inconsciente haya ocultas zonas tormentosas, y algún deseo latente de siempre entrar en conflicto y dominar. Es necesario pasar del egocentrismo a la trascendencia.
El amor es como un eclipse, no todos lo vamos a ver. Un eclipse se da en distintas zonas horarias, lejos de donde estamos esperando verlo. Aun así, queremos presenciar el fenómeno solar, y ante la imposibilidad, recurrimos a un medio engañoso y hábil para salir de una situación difícil, eludiendo lo esencial.

Es fácil. Ponemos el dedo pulgar delante de nuestros ojos y en ángulo correcto, tapamos el sol con un dedo y nos sentimos eclipsados.

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