Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Quiéralo o no, muchas de las posturas políticas que tenemos suelen ser dogmáticas, somos un pueblo en muchos sentidos con mentalidad dogmática. Incluso muchos de los elementos teóricos de la ciencia, muchas veces los dogmatizamos en la práctica diaria personal y política y eso en la medicina, sucede frecuentemente.

La ciencia de la salud aplicada a la política debe fundamentarse en tres criterios cuando de un problema de salud se trata. El primero es: Necesidad. Para disminuir un problema que se está volviendo global, como es la resistencia bacteriana a los antibióticos (RBA), se necesita entre otras medidas, restringir el mal uso de antibióticos por la población, pero si se implementa como medida primordial, se necesita demostrar que es el consumo indiscriminado que hace la población del antibiótico, lo que más importa atacar y esa importancia tiene que ver con números; Por ejemplo, si esa medida representa del total del problema un 10% y otras causas el 90%, nuestra necesidad de control al acceso a los antibióticos resulta necesaria pero insuficiente para resolver la RBA y en un Sistema de Salud como el nuestro, limitado en inversiones y acciones, la medida de ataque a la RBA por limitación al acceso puede ser incorrecta y donde se debería de actuar es sobre lo más importante, sus otras causas https://wpvip.lahora.gt/produccion/una-revision-al-decreto-189-2019-normativa-de-antibioticos-a-modo-de-introduccion/

A lo anterior sigue otro fundamento: Efectividad. Necesitamos montar las medidas de lo que resulta mejor para que se obtenga un resultado esperado: disminuir la RBA a un nivel importante. Si otros factores fuera del consumo de antibióticos explican más de la RBA y esos factores explican a su vez más de las muertes que se pudieron evitar con otras medidas fuera del consumo, nuestro enfoque hacia el consumo no es efectivo. Pero asumamos que la medida es correcta. ¿Tiene el sistema la suficiente capacidad administrativa para darle seguimiento a las acciones de control de consumo de los antibióticos? de antemano sabemos que no, la medida será poco efectiva.

Tercer fundamento: Los efectos secundarios de la medida deben ser inferiores o su beneficio. Los efectos de restricción de la venta de antibióticos, puede tener efecto negativo sobre la salud de otros y el bienestar de la población. No estamos seguros que la limitación de acceso a los antibióticos, no afectará a la población general y especialmente a la de mayor riesgo (en su salud y en su economía) que no tiene acceso a un Sistema de Salud que es limitado y pobre en la respuesta a todo lo que es el proceso infeccioso dentro de la población. La restricción de uso indiscriminado de un antibiótico, puede que funcione en un Sistema de Salud de alta cobertura y eficiencia, pero en un medio en que la morbimortalidad infecciosa es muy alta como el nuestro y con servicios de salud inefectivos y limitados en ataque a la morbilidad infecciosa, en este tipo de población, otras medidas se hacen inicialmente más importantes: disminución de las causas infecciosas. Ni necesidad, ni eficiencia y efectos colaterales de la medida del decreto 189-2019 parecen haber sido validadas previo al decreto. Entonces ¿por qué del decreto?

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