Cartas del Lector

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José Carlos Gª Fajardo*
ccs@solidarios.org.es

La misma crisis que ha secado el sistema financiero internacional amenaza con sumir en la más severa de las miserias a cientos de millones de personas en todo el mundo. Podrían quedarse sin el alimento y la atención médica con las que sobreviven. Al tiempo que se desvanecen las herramientas básicas con las que tratan de engancharse al desarrollo económico.

“Los efectos de esta recesión se extenderán a todo el planeta”, alerta la ONG Save The Children. “Con la escasez y el encarecimiento de alimentos en África y Asia, nuestros cooperantes ya están luchando para salvar a decenas de miles de niños de morir por desnutrición. La situación podría derivar en una auténtica catástrofe si, como es previsible, gobiernos y particulares recortan ahora sus ayudas”.

La crisis amenaza con reducir los casi 100 mil millones de euros que el mundo ha destinado este año a la ayuda al desarrollo. Una cantidad de dinero importante, pero que no llega ni a una décima parte de lo que los Gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea han movilizado en para salvar a sus instituciones financieras.

El temor a los recortes es común entre las agencias de la ONU: Organización Mundial de la Salud (OMS), Programa Mundial de Alimentos (PMA) y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)-, advierten la Comisión Europea, las ONG y los expertos. La crisis aumentará los gastos y reducirá los ingresos de los países desarrollados y es previsible que reduzcan sus aportes en planes de ayuda.

Estas contribuciones a los llamamientos de organismos internacionales son fundamentales para mantener el flujo de ayudas a los más de mil millones de personas desnutridas en el mundo, para reducir la cifra de 80 millones de mujeres que este año habrán dado a luz sin asistencia médica o escolarizar a los 80 millones de niños de África y Asia que ni siquiera han recibido educación primaria, según datos de la FAO y de la ONU.

Un informe de la OMS alerta de que las diferencias en la esperanza de vida son abismales entre los países más ricos del mundo y los más castigados por el sida, el hambre y la pobreza, en África. Margaret Chan, antigua directora general de la OMS, ya sostenía que estos gigantescos desequilibrios en materia de salud hacen del mundo un “lugar inseguro e inestable”. La FAO señaló que el alza de precios de los alimentos en los dos últimos años ha aumentado el número de personas desnutridas en el mundo en casi 100 millones.

Un responsable del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que hace diez años a 86 millones de personas en 80 países, destaca que “con el plan de rescate del sistema financiero aprobado por Estados Unidos, el PMA podría trabajar durante más de 100 años. Si los gobiernos tienen recursos para rescatar a sus bancos, seguro que también deben tenerlos para dar de comer a los hambrientos».

Lo peor de la situación es que no sabemos lo que puede ocurrir ya que la crisis se está mostrando cada día más profunda y extensa. Si los gobiernos gastan tanto dinero en los rescates financieros y la economía y sus ingresos van a menos, necesitarán recortar los gastos por algún lado. La tentación de cualquier Gobierno es hacerlo por la ayuda internacional.

El derecho internacional no contempla ningún mecanismo por el que los gobiernos estén obligados a mantener sus contribuciones. En este momento, el mundo necesita más que nunca un liderazgo y compromiso fuertes. Esta crisis la han causado los excesos de los más ricos y sería desolador e imperdonable que acaben muriendo de hambre y enfermedades fácilmente curables millones de personas que ni siquiera han tenido la oportunidad de disfrutar de la bonanza económica de los últimos años.

Las sociedades y Gobiernos desarrollados, tras años de vivir en la abundancia, no pueden dejar a cientos de millones de personas sin ayudas esenciales cuando las cosas se están torciendo. Ahora, más que nunca, es necesario mantenerse fiel a los principios de solidaridad.
Profesor emérito U.C.M.

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