René Leiva

Un grafiti de tres o cuatro palabras en la pared adecuada y el momento oportuno puede ser la quintaesenciada sinopsis o síntesis, el sumario o epítome de una ideología reprimida.

La ideología como reactivo químico que precipita, altera, desnaturaliza la estructura molecular de la sociedad. Pero no puede transmutar la escoria en oro.

Entre otras cientos o miles, hay dos clases de ideologías antagónicas: la de ropaje invisible o muy implícito, desapercibido, y la de estrafalario atavío, con plumas y lentejuelas, pieles animales, oropel y abalorio. Antagonismo exterior, como puede verse.

Ninguna ideología es tan infalible como para que, en demasiadas ocasiones de cada día, no pueda ser contradicha y puesta en evidencia por los hechos concretos.

El lenguaje puede encubrir o delatar a una cierta ideología; es decir, suele preferir o ser dirigida por determinado vocabulario identitario, una suerte de huella digital/oral/escritural/mental/emocional. También el léxico es un espejo.

Según Perogrullo, la ideología dominante domina a los dominados y a los dominadores.

Hay quienes no pueden dormir en compañía de su ideología, compartir la almohada, tener el mismo sueño o dividirse el insomnio, despertar al unísono. No pueden, pero deben.

¿Ha sido o es posible una ideología de ruptura, de anular esquemas, a contracorriente, pero no elitista, no exclusiva/excluyente, no de selectos y escogidos? Una ideología con ideas todavía no concebidas, lejos de cualquier imaginación.

No, la ideología no es el dios desconocido, ni tótem y tabú (¿o sí), ni teología del fetichismo conceptual, ni ritual del canibalismo narcisista o del narcicismo caníbal. Pero tiene profetas y pitonisas y sacerdotes y monjes y monjas. Y templos variados donde es venerado cuanto se vende y se compra.

El fin de las ideologías, su conclusión o término, es o fue la interesada y escamoteadora afirmación de la conservación y mantenimiento indefinidos de una ideología dominante a escala mundial entre otras muchas de desigual condición. El fin de las ideologías es o fue el conveniente y circunstancial disfraz del pensamiento único, imperialista; la homogeneización global del raciocinio, el criterio, los valores o valorizaciones, la economía, la política, el derecho internacional; el poder ilimitado de las grandes corporaciones y multinacionales, sobre todo financieras y tecnológicas y armamentistas. A el fin de las ideologías su desmentido tácito, implícito y a la vez explícito, abiertamente manifiesto e inmediato de la realidad es o fue categórico y decisivo. La soberanía inconclusa del pensamiento múltiple y diverso. El fin de las ideologías no tiene final.

En las ideologías emergentes, ¿qué tanto influye y decide, a favor o en contra, la publicidad comercial, las marcas de fábrica, el viejo consumismo, el estímulo a poseer bienes materiales inútiles como signo de estatus, etc.?

A muchos apasionados por la ideología de sus amores se les hace insoportable que su perro, su gato, el loro y el canario sean inexplicablemente inmunes e indiferentes a esa o cualquier otra ideología. Ingratos.

Cartas del Lector

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