Cualquiera que se ponga por unos minutos en el lugar del Presidente electo de Guatemala tendría que estar verdaderamente alarmado ante el panorama que se presenta como el legado del gobierno de Jimmy Morales porque hará falta un verdadero milagro para revertir todo el daño que se le ha causado y se le sigue causando al país bajo tan inepta conducción. Ignoro si el doctor Giammattei ha medido la dimensión del deterioro causado a la institucionalidad del país durante estos cuatro años de retroceso y si tiene en realidad un plan para iniciar, desde el mismo 14 de enero, la necesaria reconstrucción de un país que no sólo quedará con su infraestructura en ruinas, sino que además llegó a asumir como normal todos los terribles vicios que se derivan de la consolidación de la captura que del Estado vienen haciendo grupos de poder tradicional.
Para cualquier estadista el reto parecería demasiado grande y habrá que ver cómo lo encara el nuevo gobierno. Hemos sido un país que, carente de políticas públicas de largo plazo, se ha acostumbrado a que sus gobernantes hagan el papel de bomberos, apagando los numerosos incendios que se producen por las mismas deficiencias que impiden la solución de variedad de conflictos y eso se convierte, finalmente, en el día a día de la función gubernamental. Pero dado lo ocurrido en estos cuatro años, en los que deliberadamente se fue destruyendo todo avance que se tuvo en el pasado, hay que entender que el Estado tendrá mayores limitaciones para atender los reclamos y exigencias de un pueblo abandonado y empobrecido.
Históricamente no siempre los que sembraron los vientos terminan cosechando las tempestades y eso le puede pasar al futuro gobierno del país que tendrá que actuar con mucha precisión y gran tino para no generar una reacción, tardía por cierto, de la ciudadanía, porque es también un hecho que llegado el momento la gente no anda viendo quién se las debe sino quién se las paga y en el caso de nuestra pobre y sufrida Guatemala se está alimentando desde hace mucho tiempo una enorme caldera que sigue acumulando presión y podría reventar en el peor de los momentos.
Como si no fuera suficiente lo que han hecho y dejado de hacer en estos cuatro años, las huestes de Morales y sus aliados en el Congreso están tratando a marchas forzadas de arrasar con lo que queda y dejarán comprometido al futuro gobierno con una terrible situación financiera y la ausencia de instituciones del Estado que puedan actuar en los momentos de crisis. Baste decir que hasta la misma fuerza pública fue comprometida con el deterioro y el retroceso respecto a la profesionalización que se había logrado, lo que ahora puede tener muy serias consecuencias.
Ojalá que el doctor Giammattei pueda reaccionar con tino y determinación ante lo que se le viene porque se necesitarán vientos frescos, los que no puede encontrar entre algunos de los que han aparecido como parte de su entorno en los últimos días. Por culpa de Morales, no gozará de un largo período de tolerancia porque la sucesión de problemas está garantizada.