Víctor Ferrigno F.
A los militares dignos que, el 13 de Noviembre de 1960, se alzaron contra la impunidad.
Ayer, salvando su vida por un pelo, Evo Morales Ayma, derrocado presidente constitucional de Bolivia, llegó como exiliado político a México, gracias a la acción valiente y generosa del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien reforzó lo mejor de la política diplomática de México, al enviarle un avión de la Fuerza Aérea y negociar con seis gobiernos suramericanos las autorizaciones para sobrevolar su espacio aéreo, por medio de su canciller, Marcelo Ebrard, con el apoyo decidido de Alberto Fernández, presidente electo de Argentina, y del mandatario de Paraguay.
Mientras tanto, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), en sesión extraordinaria, fue incapaz de llegar a un acuerdo, condenar el golpe de Estado y aplicar el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, pues en Bolivia no hay gobierno legal ni legítimo, sino un mando militar-policial, que ha roto el marco constitucional, configurando el peor escenario que dicha Carta contempla, la cual fue aprobada en 2001, para reforzar “los instrumentos de la OEA para la defensa activa de la democracia representativa”, como cita la organización.
Según la Constitución boliviana, el orden sucesorio del poder presidencial recae en el Vicepresidente, que también renunció, y luego le sigue la Presidenta del Senado, quien resignó el cargo, quedando acéfalo el gobierno. Ni el Congreso ni el Senado han podido sesionar legalmente para conocer las renuncias, por falta de quórum, pues los legisladores del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido político de Evo Morales, que cuenta en ambas Cámaras con mayoría absoluta, están siendo perseguidos por las turbas violentas y racistas que alientan Carlos Meza y Luis Fernando Camacho, éste último exacerbando el racismo y un peligroso fanatismo religioso.
En la tarde del martes, en una reunión ilegal del Senado por la falta de quórum, la Vicepresidenta de ese órgano se autoproclamó “presidenta en funciones”, a la usanza del usurpador Guaidó en Venezuela. Timorata por su falta de legitimidad, hizo su proclama hasta que miles de manifestantes indígenas contra el golpe y la represión, llegados de El Alto, se retiraron de La Paz.
Simultáneamente, la Central Obrera Boliviana (COB), la poderosa organización sindical, les dio 24 horas a los golpistas para restaurar el orden constitucional y frenar la represión, o llamarán a una huelga general. Por su parte, los campesinos y las autodefensas populares anunciaron que realizarán cortes de carretera en todo el país, para asfixiar a la capital, donde ya hay escasez de alimentos y combustible. Estos dos sectores, junto a los indígenas, ya han tumbado a más de cinco presidentes en Bolivia.
En un error de cálculo político, Evo Morales le solicitó una auditoría electoral a la OEA, sabiendo que Almagro es un acérrimo enemigo de los gobiernos progresistas. En consecuencia, el informe de auditoría fue adverso y recomendó nuevas elecciones. Evo aceptó el reto para evitar una sangría, convocó a nuevos comicios y anunció el cambio de los magistrados del Tribunal Electoral. De nada sirvió; los golpistas siguieron vandalizando y demandaron la renuncia de Evo, con el apoyo del comandante del Ejército, mientras invadían y quemaban casas de ministros, diputados y alcaldes del MAS. Lo demás es historia conocida.
Siguen llegando decenas de noticias sobre el levantamiento de indígenas, obreros y campesinos contra el golpe. Es impredecible saber si éste se consumará, pero es seguro que la OEA está herida de muerte, por inútil y antidemocrática.
En ese contexto, el exvicepresidente García Linera advirtió: “Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario éstos son su aire. Luchar, vencer, caerse, levantarse, hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.