Por: Adrián Zapata
zapata.guatemala@gmail.com
Y se consumó el golpe de Estado. Los militares derrocaron a Evo Morales. Pero tras ellos están las derechas bolivianas y, sin duda, el interés imperialista. Enmascarar este hecho como una renuncia de Evo es ridículo. Con las armas en la mano nadie sugiere, cualquiera manda.
Se cerró el ciclo de transformaciones revolucionarias en Bolivia. Millares de campesinos, incluyendo un alto porcentaje de mujeres, recibieron tierra. La pobreza se redujo del 60 al 35 por ciento. El Índice de Desarrollo Humano pasó de 0.675 a 0.684, casi 8% de crecimiento. El analfabetismo casi desapareció, se nacionalizó el gas y el agua, los salarios mínimos se aumentaron más del 100%. Bolivia recuperó su soberanía sobre sus principales recursos naturales, las ocho bases militares norteamericanas ya no siguieron presentes. Las mujeres llegaron a ocupar casi la mitad de los cargos públicos y los indígenas casi el 70%. La recaudación tributaria se triplicó.
Pero también creció la economía, ya que el PIB aumentó sustancialmente; se amplió de manera significativa la red vial del país, aumentó la infraestructura para la educación, la salud; se incrementaron las empresas, se aumentaron las reservas internacionales netas. Pero más allá de esto, paradójicamente con Evo Morales se acrecentaron los monocultivos y se realizaron actividades extractivas de los recursos naturales. Los frutos del buen entorno internacional para sus exportaciones fue utilizado racionalmente. O sea que muchas ambiciones empresariales se volvieron realidad.
En todo caso, la Bolivia que este líder deja ya no es la misma de antes.
Sin embargo, las oligarquías criollas y el interés imperial no permiten que opciones transformadoras de izquierda se desarrollen. Menos aún, cuando los indígenas se empoderan a partir del ejercicio del poder político.
Y así fue como derrocaron a Evo. El argumento de la alternancia en el poder, como un elemento esencial de la democracia liberal sólo es aplicable cuando afecta sus intereses retardatarios. Los líderes europeos pueden continuar años en el poder que eso sigue siendo democrático. Un aspirante a la Presidencia de los Estados Unidos puede perder las elecciones, tal como le sucedió a Trump, y aún así ser electo. Nadie cuestiona que en esos países hay democracia. Claro que su institucionalidad así lo permite, pero que de todos modos afecta la alternancia y el voto directo de los ciudadanos.
Pero además de darle un golpe de Estado al Presidente, el proceso de sucesión es ilegal e ilegítimo. La nueva Presidenta interina es electa y toma posesión transgrediendo la legalidad, sin que hubiera en el órgano que le elije el quórum legalmente requerido.
Y así, las derechas, blancas y discriminadoras, recuperan el poder político en Bolivia. Con la Biblia como estandarte los sectores religiosos fundamentalistas y fascistas se proponen “pacificar” el país.
Sin embargo, no podemos dejar de considerar un fenómeno muy preocupante en los proyectos políticos de las izquierdas latinoamericanas, me refiero a sus manifiestas limitaciones para construir liderazgos renovados. Las subjetividades de algunos liderazgos los llevan a padecer la adicción al poder, a pesar del desgaste que ello le cause al proyecto que heroicamente han dirigido.