Danilo Santos

dalekos.santos@gmail.com

Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos
Politólogo
Dsantos.salazar@gmail.com

La política de las clases sociales, los partidos políticos y los Estados, están profundamente determinados por el régimen económico de una sociedad, es decir, política y economía son inseparables y cuando la actual clase política latinoamericana habla, lamentablemente, en su mayoría expresa únicamente los intereses de una clase y no de obreros, campesinos e indígenas a quienes dicen representar.

La política es el vehículo de la economía que permite crear las condiciones para el progreso o para el simple desarrollo; si es para el progreso, está representando los intereses de las clases; si es el simple desarrollo, solo representa a una clase y prepara el terreno para que la explotación siga su curso “normal” y, además, normalizado en el imaginario de los valores que se inculcan desde el Estado.

El progreso técnico y científico no es perseguido por el actual Estado, sino solamente la inversión en obra que facilite el comercio, así de básico es el “Estado moderno” latinoamericano, y en medio de ese ir y venir de mercaderías y servicios, está la población intentando llevar dinero a sus bolsillos. La inversión en el bienestar, la producción nacional en función de las necesidades la población, el comercio para fortalecer y garantizar el progreso de la sociedad, asegurando a sus miembros los bienes materiales y culturales, no existen.

La hoguera que se ha vuelto Latinoamérica, especialmente Guatemala, tiene que ver con esa falta de búsqueda del progreso de las sociedades e ir en pos del avaricioso sueño capitalista, o peor aún, el mal llamado “sueño americano”. A diferencia de Guatemala, hacia el sur las sociedades están dejando claro que están hartas, y es que el actual régimen económico es insostenible. No es solo Chile, es Latinoamérica.

La igualdad de derechos, la autodeterminación de los pueblos y el verdadero respeto a la soberanía pasa por terminar con el sojuzgamiento ideológico y material de países enteros, sojuzgamiento que se ejecuta a través de la economía, la política y ahora, la religión. Ya ni siquiera es propio hablar de independencia, ahora se hace necesario hablar de emancipación.

El fantasma del comunismo se debe a dos cosas; la primera es que Estados Unidos sabe que es posible que una política económica distinta a la que ellos imponen es viable. Y la segunda, es que ya no pueden esconder su imperialismo; en tiempo real se sabe de sus desmanes guerreristas para mantener el dominio político y económico a nivel planetario, y lo que la población global quiere es paz. Ahora se novela la historia y se habla románticamente de la Revolución de Octubre en Guatemala, pero el hecho histórico crudo nos dice que hubo una horrenda intervención imperial anticomunista que solo favoreció a la oligarquía y a los militares. El campesinado y los pueblos indígenas siguen más o menos en las mismas condiciones, atenuadas con “desarrollo” pero a siglos del progreso.

Si queremos paz en el continente y en el mundo, hemos de preocuparnos por la gente, toda, y no solo por las ganancias de unos pocos. De no ser así, volveremos en algún momento a la barbarie.

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