Jesús Abalcázar López*
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Ha sido impresionante el aporte a la Plástica Guatemalteca Contemporánea, aportado por el insigne maestro Elmar René Rojas Azurdia, por lo tanto, no pudo haber sido más acertada la decisión de dedicarle la magna exposición de otra edición del reconocimiento a la Plástica Guatemalteca Contemporánea, patrocinado por el Sindicato de Trabajadores de las Artes Plásticas, Sintap, para la honra de la memoria de quien en vida fuera el mundialmente conocido artista y arquitecto Elmar René Rojas, un verdadero orgullo del arte nacional y, por lo tanto, le dedicamos un segundo artículo en esta Columna de Prensa.
El Sintap “la alternativa para la libre expresión artística”, fue el organizador de la actividad que se llevó a cabo en la Galería Paseo de la Sexta, en el primer nivel del Palacio Nacional de la Cultura, cuya exposición se inauguró el pasado 1 de agosto de 2019, y pudo ser admirada durante todo un mes por mucho público amante de las artes plásticas. La comisión organizadora estuvo integrada por la licenciada MAISA María Luisa Salazar Grajeda; licenciado Carlos Noyola, licenciado Jerónimo Díaz Cruz y licenciado Carlos Molina. Las ramas convocadas para la exposición fueron: Pintura, dibujo y grabado; fotografía y escultura. La exposición fue dirigida, básicamente, al público estudiantil, con el objetivo de motivarlos hacia las artes y que conozcan a nuestros artistas y cuál ha sido su excelente producción cultural, que engrandece a Guatemala.
Pero, hablemos, nuevamente, del insigne maestro Elmar René Rojas Azurdia, originario del municipio de San Raymundo, departamento de Guatemala, y aquí aprovechamos para presentar nuestras disculpas a su familia, paisanos y amigos, en especial al doctor Edgar R. Vásquez, hijo de mi particular amigo licenciado German Luis Vásquez Maldonado, por haber escrito que el insigne maestro era originario del municipio de Sumpango, departamento de Sacatepéquez, pero este lapsus se debió a que su señora madre, que trabajó como maestra de educación primaria en Sumpango, lo llevó con ella y vivían allí, por el problema del transporte diario. Elmar Rojas, fue un baluarte incuestionable del arte nacional y por lo mismo, “un orgullo de esta bendita Tierra del Quetzal, símbolo de la libertad, que es uno de los valores del arte, puesto que un pueblo sin arte, es un pueblo sin identidad cultural y vive en el puro abandono social”. Sin embargo, por qué no escuchar, en el silencio de nuestros recuerdos y dentro de nuestros pensamientos, la voz firme y convincente de un gran artista que sabía, perfectamente, lo que hacía y ante todo, que sabía por qué lo hacía, para así poder reflexionar en el mensaje que transmitía en cada una de sus obras, que brotaban desde la profundidad de sus sentimientos, pero que no se quedaban solo en su mente, sino que trascendían para el conocimiento y deleite de la gente culta y también de la población obrera y campesina, a la que amaba con la devoción sincera de un ciudadano comprometido con su nación.
Sigue hablándonos el Maestro Elmar Rojas, quien asegura, que el arte: Fue significando para él, por un lado, que fue entrando al realismo mágico, al realismo fantástico, donde vemos las cosas, las sentimos, las traducimos y las transformamos en un quehacer artístico. “Mis personajes, pues, no tienen brazos, a veces no tienen ojos y están como alimentados por fisonomías gráficas, que son los campesinos, dijéramos del gran Sombrerón, del Duende, del Sisimit que se monta en el caballo y le hace las trenzas en las crines, que todo es una fantasía que uno la va transformando, de acuerdo, no solo como uno lo mira, sino que todo es como parte de la inyección, tan sensible, que decide, forja y le da forma el artista”.
*Periodista de la APG