René Leiva
Ideología es la misma tijera con que un grupo de hombres y mujeres, no necesariamente de igual clase social, están emotiva y mentalmente cortados.
Los entendidos aseguran que existen ideologías fisiológicas, de origen en la vida y funciones orgánicas/metabólicas del humano “civilizado” (sic). Lo de pensar con el hígado, pensar con el estómago, pensar con las gónadas, tiene su base científica, según los expertos. Lo cual dota a determinada ideología del matiz o tonalidad respectivos. Referente el hígado, por ejemplo, la ideología que suscita contendría un cierto amargor propio de la hiel, un dejo bilioso, malhumorado o desabrido, que casi siempre termina por perjudicar a su ideólogo o a su ideologizado.
¿El más grande ideólogo? El que vive y muere sin saberlo.
Imperialismo, neocolonialismo, globalización, dictadura de la electrónica, mundialización de las alienaciones, señorío de la corrupción y la impunidad, la sociedad gaseosa, relativización de toda idea o concepto…, en semejante caldo de cultivo, de alta toxicidad, ¿cómo nacen, crecen y se desarrollan las ideologías?
La ideología no debería ser (o tener) otro ombligo, ni tatuaje de cuerpo entero.
La ideología como un libreto o guion de autor anónimo (para algunos escrito por Dios mismo) que, a veces, en ciertos casos, permite a su protagonista improvisar, tomar una cierta iniciativa, siempre que no altere el producto final.
¿Es posible una ideología ecléctica, ecuménica; universal, no clerical; ensamblaje de lo diverso, engarce de lo plural, embriagante amalgama de destilados elíxires adversos?
Hay personas encurtidas en el vinagre de su ideología, y el fuerte olor de tal conserva vitalicia impregna su ropa, su voz, su mirada, su caminado, sus ademanes y gesticulaciones, en fin, su envasada utopía personal cercana a los pepinillos, los ajos y las cebollas.
La ideología otorga su propia versión o traducción a la realidad, y así da una interpretación sesgada de los hechos concretos, y tal criatura será un espantapájaros o una poderosa arma sin seguro y con dedo en el gatillo.
No hay ideología inocua, inofensiva, inocente, anodina. En todas, según su importancia y aplicación, late o duerme un asesino en serie que no debe ser desafiado.
¿Qué fue primero, la ideología o el ideólogo?
Hay basureros y hay cementerios de las ideologías, algunos están entre nosotros, cercanos, tienen cabeza, tronco y extremidades, nombres y apellidos.
Hay individuos, hombres y mujeres, astutos y prudentes, que esconden su ideología cuando tienen visita y la dejan guardada bajo llave cuando van a reuniones o fiestas.
Por su rigidez y estatismo, condición monolítica y quebradiza, hay ideologías que sobreviven por obra de prótesis y ortopedia, implantes y transfusiones, procedimientos ajenos a cualquier tendencia ideológica.
Marido y mujer de diferente ideología, para evitar la endogamia, la degeneración social/política.