El joven Presidente salvadoreño está demostrando a los ineptos funcionarios de Guatemala cómo es que se puede y debe negociar, aún con la mayor potencia mundial, obteniendo beneficios para los ciudadanos de su país. En el marco de la negociación de los acuerdos migratorios ayer se anunció la prórroga por un año del Estado de Protección Temporal para 190 mil salvadoreños que, de esa manera, podrán continuar trabajando legalmente en Estados Unidos sin el temor a las deportaciones que están arreciando en el marco de la política migratoria impuesta por el presidente Trump.
En el caso de Guatemala, país que abrió la puerta a la negociación de los acuerdos migratorios, la situación de nuestros compatriotas es más grave porque ese trato preferencial nunca se les aplicó debido a que cuando se produjo el Huracán Mitch, el entonces Presidente de Guatemala hizo gala de su orgullo diciendo que los guatemaltecos no necesitaban esa protección temporal y nunca la pidió, cosa que sí hicieron Honduras y El Salvador, con los efectos que hasta el día de hoy benefician a cientos de miles de personas.
Pero resulta que cuando se inició la última negociación con Washington en lo que menos se pensó fue en pedir un TPS porque en el fondo era un desesperado esfuerzo de nuestro gobernante para enterrar el caso de la gallina en crema con loroco y todo giró alrededor de la estrategia que les había funcionado cuando se propusieron sacar a Iván Velásquez y la CICIG, es decir ponerse de alfombra de Trump en la cuestión de la Embajada de nuestro país en Israel. No quiere decir que hubiera sido fácil porque una cosa es lograr la prórroga del TPS para quienes ya lo vienen gozando desde hace muchos años y por lo tanto tienen relativamente menos complicado el proceso para obtener una residencia permanente legal, que pretender, a estas alturas y veinte años después del Mitch, que se brinde ese estatus especial a los migrantes de nuestro país.
En ese sentido, el daño que hizo la arrogancia de Arzú al despreciar la posibilidad de pedir un TPS, que fue otorgado de inmediato a los otros dos países, termina siendo irreparable y ello simplemente porque el Presidente de entonces creyó que era ponerse en papel de pedigüeño y por eso no hizo siquiera la gestión ni la solicitud.
Pero retornando a las diferencias que hay en la actualidad entre lo que está logrando un Presidente bastante joven y lo que hacen sus corrompidos colegas de Honduras y Guatemala, hay que decir que es una gran diferencia el sentarse a negociar, en el mejor sentido del término, con simplemente ponerse de “culumbrón” como han hecho Morales y Hernández, ambos con la cola machucada por la misma situación de vinculaciones que pueden pasarles una enorme factura personal.
Giammattei dice ahora que cuando asuma la presidencia pedirá el TPS para los guatemaltecos y aunque se ve difícil, por lo menos está planteando negociar y eso, a estas alturas, sería un gran paso.