Cartas del Lector

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José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito, U.C.M

En nuestro país, así como en el resto de Europa, los mayores de 65 años en pocos años superarán a los menores de 25. Urge movilizar a las instituciones sociales porque la inmigración desbocada no hará más que aumentar.

Para muchos españoles, el envejecimiento, como la muerte, es algo que siempre les sucede a los demás. Por eso ignoran las alarmas demográficas. España acumula varios años consecutivos de caída en el número de nacimientos. Son las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por otra parte, la esperanza de vida crece sin control responsable. Ya estamos en 80/82 años para los varones y en 86/88 para las mujeres. Mirando al futuro, en 2022, residirán en España unos 10 millones de personas con más de 64/66 años. No digamos en el resto de países de la Unión Europea.

Si la sociedad civil no se moviliza, no habrá en el futuro quien atienda a nuestras personas mayores activas, que muchos se empeñan en ignorar mientras todavía pueden aportar mucho a nuestras sociedades desbocadas en el consumo o en situaciones humanas de pobreza, de falta de educación, de medios adecuados a los dependientes, de vivienda en condiciones dignas. No digamos a los mayores que precisan ayuda, medios, y personas que se ocupen de ellos con gratitud y afecto.

Esta deriva demográfica debería abrir muchas oportunidades para los emprendedores, contaba en una excelente crónica, García Vega, ya hace años. Y en IE Business School ya se advertía que las personas mayores son un sector de gran futuro en temas de medicina, servicios asistenciales, alimentación, turismo porque cada vez vivimos más y habrá nuevas opciones que superan al tradicional asilo, residencias de alto coste económico que la mayoría no podríamos afrontar. Pero los emprendedores no aparecen en la medida que las poblaciones de la Unión Europea crecen casi exponencialmente, mientras que los gobiernos de los diferentes países se desesperan en alzar fronteras contra la inmigración que, naturalmente, provienen de los países de Latinoamérica, de África y del Medio Orientes que nosotros, los capitalistas del llamado “primer mundo” ocupamos por la fuerza y explotamos hasta límites de saqueo a sus fuentes de riqueza y de trabajo tanto agrícolas como minerales, a destruir sus tradicionales sistemas de cultivo, desviamos y contaminamos sus ríos al tiempo que los bombardeamos sus vidas con medios de comunicación en los que brillaba el esplendor de nuestras vidas, educación y diversiones, mientras al otro lado de este insubstancial pero fascinante campo de golf, millones de personas se multiplicaban porque, encima, ciertas creencias tanto islámicas como cristianas, anteponían la salvación en un “Más allá” que en el auténtico desarrollo de los seres humanos. Por eso, condenan el uso de medios para controlar la explosión demográfica que, en menos de un siglo pasó de 1.200 MM de habitantes en 1914 a más de 7.000 MM. En la actualidad ya superamos los 7.500 MM.

En las escuelas españolas y en los institutos, así como en la formación profesional, hemos luchado contra una asignatura fundamental: “Educación para la ciudadanía”, por razones ideológicas obsoletas, e inhumanas.

Volver la espalda al problema del envejecimiento es como volverla a uno mismo porque el mundo de los ancianos no es un gueto, sino que afecta a cada uno de nosotros en cuanto pasen unos años.

A pesar de que ya existe una gran demanda de implementar la educación a toda la población, mujeres, hombres, nacionales e inmigrantes, aún hay pocos proyectos para mayores porque tienen una dificultad añadida: son mucho menos virales que los orientados a los clientes más jóvenes y esto hace que su coste de adquisición de usuario sea más alto. Pero la evidencia es que, en todos los países en los que las mujeres que tienen idéntico acceso a la educación y a los puestos de trabajo que los hombres, así como a su remuneración y promoción social, no existe el problema de una superpoblación inasumible sino, por el contrario, padecen las consecuencias de un envejecimiento cada vez más largo e imparable. Esa es la mayor bomba de destrucción masiva, la explosión demográfica.

En opinión de millones de personas esa tendría que ser la primera ocupación de los gobiernos de todos los países y de instituciones como Naciones Unidas, OMS, UNESCO, UE, organizaciones contra la destrucción del medio ambiente y la de universidades, escuelas y centros de formación en todos los países.

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