Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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Aproximadamente en los últimos quince días muchos de los que ostentan ¿meritoriamente? columnas en los cada vez más flacos diarios de la aldea, se han metido a hablar (ninguno con conocimientos profesionales filológicos) sobre una novelita comercial que ya circula en veinte países y que a primero de diciembre será presentada en México y Guatemala, Guatemala flor antropófoga en la cintura de América. Indudablemente la gente -por embelequera- recibirá al autor, el 3 de diciembre, con bombásticas recepciones sobre todo en la UFM, academia de sus amores, donde me fue presentado hace ya muchos años cuando éramos amigos con Armando, en un petit almuerzo de unas doce personas. Más tarde también estuve en otro congreso con él en Alemania y en alguno otro de la Real Academia, a la que los dos pertenecemos sólo que él -con más mañana que yo- porque primero se hizo español y, con ello, la hija de Felipe V lo subió a la categoría de, “de número” de la Real.

La novelita está causando furor -porque es obra de entretención y recreo, nada complicada, una especie de thriller con suspense bananero. Alrededor de tal fruto exquisito -y su Vía Crucis gastronómico y de mercado- se han escrito ya muchísima novelas y obras de teatro -de gran calidad- (y no como la que menciono que circula) que es lectura para señoras que esa tarde no pudieron ir a jugar canasta o para señores que juegan golf y mueren sobre el verdísimo campo. Obras de valor con tal asunto: la trilogía bananera y “Week end en Gutemala” de Asturias o “El “Tren Amarillo” del inolvidable Manuel Galich. Léalas lector si es que quiere conocer literatura -pero de calidad- y no de calidad comercial con tirajes de 180 mil ejemplares -para empezar- que indudablemente serán mejor vendidos con la decorativa presencia de Madame Porcelanosa de las Filipinas, joya de la corona con la que últimamente se entronizó el autor de la noveleta de marras. Que, con su zigzagueante, vida ahora ¡además!, ya es marqués.

Mis últimas dos columnas versaron sobre que en Guatemala aún no arriba la costumbre y la tradición (hoy se dice cultura) de la interlocución inclusiva y con equidad y honor. Sino que por el contrario aún pervive aquí la ley del más fuerte que se impone con carabineros o mossos d’escuadra; con SS o KGB, aquí llamados SIACS. Y por ello cuando se trata de dirimir un conflicto interno (de partido) o externo (por discriminación e imposición de linajes coloniales) la solución ha sido siempre ¡en Guatemala!, el golpe de Estado o el magnicidio, como narra la nueva novelita. El mismísimo autor de la obrita dijo que con dos, libritos era suficiente para trascender como “El llano en llamas” y “Pedro Páramo” de Juan Rulfo. O muchas -pero maravillosas- como las de Carlos Fuentes o Cortázar que merecían el Nobel mucho más que el autor de la novelita sobre el pobre Caca, que jamás se emborrachó, ni borracho denigraba al hijo del generalísimo Trujillo. Ese sí que es puro invento (y un chorro de inexactitudes más, aunque sea novela) como el viaje relámpago de Gloria Bolaños Pons, a la que acompañamos mi madre y yo varios días ¡aquí!, sin que volara a Santo. Domingo, cuando aún el difunto no se enfriaba. En contra de lo narrado -por el autor de la novelita- en la Casa de América, recientemente.

Además, y para cerrar esta columna, me pregunto por qué el autor de la novelita tuvo que escribir ese texto sobre el affaire Caca, si ya su amigo Tony Raful, actual presidente del Parlacen en Guatemala, había hecho casi lo mismo sobre Castillo Armas. Qué absurdo atender la sugestión de Raful, cuando le dijo al autor de la novelita: “te tengo un argumento fabuloso para que lo escribas”, y el autor de la novelita corrió a escribirla.

Continuará.

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