Por: Adrián Zapata
Los medios periodísticos dieron a conocer que la semana pasada, en una reunión realizada entre los ministros de Finanzas de Guatemala, El Salvador, Honduras y México, así como altos funcionarios estadounidenses, en Washington, se comenzó un nuevo plan, América Crece, que se enfoca en el desarrollo económico de los países del llamado “Triángulo Norte” de Centroamérica, para contener la migración a la que se ven obligados los pobladores de esos países hacia los Estados Unidos.
Ya hace algunos años, en 2015, se creó el Plan de la Alianza para la Prosperidad, por los mismos actores y con los mismos propósitos, siendo Obama el presidente de los Estados Unidos, quien designó al vicepresidente Joe Biden para darle seguimiento al mismo. Ahora que se inicia este nuevo experimento, América Crece, se reconoce el fracaso de la iniciativa anterior.
A mi juicio, lo positivo de ambas iniciativas es que reconocen la necesidad de abordar las causas de fondo que obligan a los centroamericanos a migrar, que en el caso nuestro están fundamentalmente relacionadas con la falta de oportunidades para que la población pueda tener una vida digna. Sin embargo, lamentablemente, es de esperarse que esta nueva iniciativa también transite hacia el mismo destino: el fracaso.
Paralelamente, los presidentes de México y del Triángulo Norte centroamericano, están trabajando, con el apoyo de la CEPAL, un Plan de Desarrollo Integral de la región, PDI, que incluye el sur de México, con los mismos objetivos: enfrentar las causas estructurales de esa migración.
Y también, en una línea paralela más, la FAO trabaja en el impulso de una estrategia continental denominada 100 Territorios Libres de Pobreza y Hambre en América Latina, 100-T, que persigue convertir determinados “territorios rezagados”, todos rurales, en territorios desarrollados. De allí salen, en el caso guatemalteco, la mayoría de los migrantes hacia los Estados Unidos. El propósito es que, habiendo logrado su desarrollo integral, dichos territorios dejen de ser expulsores de su población.
Como se puede observar son TRES iniciativas que podrían dar como resultado la triplicidad de esfuerzos y de inversión de recursos (siempre tan escasos) con los mismos propósitos. Aunque, pensando en positivo, lo bueno es que se hace evidente la necesidad de impulsar el desarrollo rural territorial.
Se replica así la misma historia de siempre: diversos actores, realizando diferentes (y a veces iguales) intervenciones en los mismos territorios, sin que se logren los impactos pretendidos.
Es necesario, por lo tanto, superar esa dispersión. Los gobiernos de la región deben poner orden y alinear todas las iniciativas (alinear, así de fuerte como suena) en una sola política de desarrollo rural territorial integral que priorice aquellos territorios que son expulsores de migrantes hacia los Estados Unidos.
Esta política de desarrollo rural integral, que por su naturaleza es multi e intersectorial (economía, salud, educación, protección social, infraestructura productiva –particularmente caminos rurales– agropecuaria, etc.), debería ser el marco que integre, coordine y articule en los territorios todo lo que se está haciendo o se quiera hacer.
Y pensar que, paradójicamente, el gobierno electo no tiene aprecio alguno por el tema del desarrollo rural integral y lo resume en “producir para exportar” …