Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Los guatemaltecos somos extremosos: comunistas o cachurecos, rojos o cremas, CICIG o no CICIG y por lo tanto, de nuestras cabezas sale más la denuncia que la propuesta y como de esta ni somos fanáticos y mucho menos sus seguidores, la acción la dejamos “pa’al rato” y así vemos pasar períodos presidenciales y legislativos, las estaciones y nuestra propia vida.

Como no hay proposición a la cual adherirnos, no hay comunicación, no nos conocemos como deberíamos, ni intercambiamos opiniones y solo mediante “lo que dicen” en lugar que por el trato, concluimos en algo; y entonces, desconfiamos de lo que “el otro tiene en mente”, y de acuerdo al bando en que hemos caído “blanco o negro” descalificamos lo que diga o quiera hacer el otro o los otros.

Alcanzado este punto, vemos que lo que agita nuestra comunicación se vuelve algo instintivo y sensorial. La generación adulta, su alto nivel de comunicación, lo adquiere con lo que ve en la tele; la juventud, en lo que descubre en las redes sociales y los chats. En ambos casos domina la comunicación pasiva; formas ambas, agitadoras de instintos y de percepciones sensoriales y ambas capacitadas para descodificar modelos instintivos sensoriales, que brindan información al momento, no sobre posible formación de estados de conciencia, sino de satisfacción marcadamente física exenta de compromiso y solidaridad y por consiguiente, perdemos el conocimiento del estado de conciencia de las otras personas; de una percepción más real de lo que es o en qué está y nos formamos del otro, una realidad demasiado fantasiosa de lo que en realidad sucede a nuestro alrededor y de cómo eso nos afecta, con menoscabo de lo uno y lo otro y en consecuencia, lo que constantemente hacemos es, adquirir una autolimitada conciencia.

Analice usted la lectura que hace de lo que acaba de ver en el noticiero o recibir en su red y trate de inferir algo y se dará cuenta que lo que dije es cierto. Descifrar todos los elementos que dieron origen y participaron en la noticia que leyó, le resulta imposible y entonces podrá darse cuenta, que ha perdido o lo han hecho perder, la capacidad de entender y procesar “el flujo de información” contentándonos con la instantánea, sin entrarle a todos los sucesos que acaecen en ese evento visto y leído en su conjunto y eso se ha vuelto un patrón, ya hablemos de política, nuestro trabajo o del hogar.

Así pues, el problema es el siguiente: no analizamos, pues limitamos nuestra percepción de todo lo que influye en los sucesos que acontecen en nuestro diario vivir, debido en parte a la forma en que nos hemos vuelto receptores pasivos de comunicación, en parte a que nos hemos vuelto escépticos, producto de las limitaciones de comunicación e interpretación que tenemos, sobre la existencia de explicaciones a lo que nos rodea, fruto de las autolimitaciones a que sometemos nuestros cerebros y que limitan nuestra comprensión sobre nosotros mismos y nuestro mundo.

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