El presidente electo Alejandro Giammattei ha cuestionado con toda razón la existencia del Parlamento Centroamericano que es una instancia inútil que sirve sólo como alero y refugio para proteger con el manto de la inmunidad a políticos de los países que lo conforman. No tiene ninguna capacidad de decisión ni sus resoluciones surten el menor efecto, pero cuesta un ojo de la cara a los contribuyentes que tienen que pagar los salarios y todos los gastos de un mamotreto que no tiene el menor sentido, más allá de estar constituido para albergar a parientes y amigos de los políticos que controlan partidos políticos importantes y, sobre todo, a los presidentes y expresidentes que, además de pasar cuatro años ganando sueldo sin hacer nada, se protegen de acusaciones penales que puedan surgir derivadas de los actos cometidos en el ejercicio del poder.
En Guatemala ya se sentó el precedente con Alfonso Portillo en el sentido de que la inmunidad no se les aplica a los expresidentes y por lo tanto Jimmy Morales y Jafeth Cabrera, que ya han anunciado que se integrarán al Parlacen el mismo 14 de enero del año próximo, deben saber que no todo será miel sobre hojuelas porque ese precedente puede ser invocado a la hora de que haya alguna investigación en su contra. Pueden encontrar más protección en el Ministerio Público y la fiscal Consuelo Porras que en el mismo Parlamento Centroamericano, pero eso es harina de otro costal.
El caso es que Giammattei ha asumido un compromiso en el sentido de eliminar el Parlamento Centroamericano tal y como ahora está diseñado y funciona o, por lo menos, al retirar a Guatemala de esa instancia política de absoluta ineficiencia y alto costo. Si con los otros gobernantes de la región se puede negociar un nuevo concepto de parlamento regional habría que explorar esa vía, pero sin perder de vista que no se puede mantener ni repetir el modelo actual que es sumamente costoso y absolutamente inútil.
No hay, a lo largo de toda su historia que se remonta ya a casi cuarenta años, ni una sola acción que pueda considerarse útil y productiva para la región centroamericana. Por más que se quiera revisar el historial de las resoluciones que han adoptado a lo largo de estos años, ninguna de todas tiene la menor importancia y ni siquiera sus debates son enriquecedores para la promoción del desarrollo regional y el bienestar de la población. El único objetivo de las reuniones ha sido justificar las dietas y ese despilfarro tiene que terminar.