Rolando Alfaro Arellano
El hacedor de las leyes debe amar a Dios y tenerlo ante sus ojos cuando las hiciere para que sean derechas y cumplidas.
(Partida I}.
El tema del derecho ambiental, quizás no se ha conocido en toda su magnitud: ello, a pesar que nuestro país asistiera a la Conferencia de Estocolmo en 1972 y, se comprometieran quienes nos representaran en esa época a instaurar programas ambientales y una legislación apropiada a la importancia de tal evento.
Si bien es cierto que la convocatoria a tan importante evento se hiciera a instancias de países desarrollados, no por ello debemos ignorar el avance de la contaminación ambiental en nuestra otrora Tacita de Plata.
Mis estimados lectores, podrán colegir que en el tiempo anteriormente relacionado nuestro país empezaba a sentir los efectos del terrible flagelo que el deterioro de su entorno comenzaba a invadirnos, no por ello, los obligados a tomar las prevenciones para detener el referido daño, han optado por ignorar dichos males exponiendo, incluso, a sus propias generaciones.
Pero, como en estos últimos días el deterioro del paisaje, lagos, lagunas, ríos contaminación del país, y un eterno etcétera, ya se encuentra totalmente invadiendo a nuestra bella Guatemala, resulta de urgencia nacional, refrescar memorias de aquellas personas que persisten en una falsa postura de ignorar las enfermedades y otros daños producto del deterioro citado.
Por otra parte, si bien es cierto que algunas universidades empiezan a incluir en sus programas de estudios el tema ambiental, la mayoría cree que se trata de un tema del que se podrán librar sin tomar en consideración el daño que con esas actitudes provocan.
Sin embargo, estas actitudes malignas no son lógicas, pues el daño ambiental ya se está dando y se necesita voluntades éticamente formadas para comprender que sin adoptar las prevenciones del caso, todos sin ninguna excusa o pretexto corremos el peligro de provocar terribles daños a cada uno de los guatemaltecos.
Es asimismo momento de llamar la atención de los señores legisladores, presentes y futuros que urge activen las leyes encajonadas que se refieren al ambiente y, poner mucha atención, que por lógica jurídica debe reformarse la Ley de Protección Ambiental que adolece de graves lagunas y vicios que en nada previenen los anteriormente males señalados, y, con el agregado que en su mayor parte no existen los reglamentos que dicha disposición pretende demostrar.
En consecuencia, pensemos que para grandes males urgen verdaderos buenos remedios.
Continuará.