Alfonso Mata
La mayoría de nuestros diputados y diputadas se dicen seguidores de las enseñanzas de Cristo; por lo tanto, de sus mandatos éticos y morales como el que anuncia el profeta “Hay de los que decretan leyes injustas…que no hacen justicia a los indefensos (Is 10.1, 1-) o aquel otro “Pues vosotros habéis cambiado el derecho en veneno y el fruto de la justicia en amargura” (Am 6,12). Al ver el actuar nuestros congresistas, nos damos cuenta que omiten esas amonestaciones y enseñanzas. Por otro lado, en el Nuevo Testamento es la acción justa la que entra en juego en la enseñanza; de nuevo la omisión sobre ello, se observa en el actuar del congresista.
Por lo tanto, en la mayoría de pensamientos y mandatos que emanan del recinto del Congreso, el espíritu de las enseñanzas cristianas no entra en competencia, ni siquiera se toma en cuenta, simplemente se deja a un lado violentamente, ocupando su lugar lo que la codicia y el orgullo dicta al interés personal de cada diputado (en flagrante violación con las enseñanzas) a favor de la atención de sus preocupaciones y deseos personales y de sus allegados, para lo que se revisten de sentimientos engañosos de correcto actuar e interpretaciones falsas, que los lleva (del todo conscientes y con premeditación) a autoproclamarse justos, olvidándose de las palabras del salmista “Mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confió en sus muchas riquezas” actuación en flagrante violación con las enseñanzas de su fe.
Estamos pues, ante gente con doble rasero, que se cree con derecho a leer las enseñanzas cristianas de diferente manera cuando están en la vida privada y de otra cuando ocupa cargos públicos y ello ¿basado en…?
Lo que sucede ante nuestros ojos y de los eruditos religiosos, es que, sobre ellos baja de las profundidades del universo otra fuente de inspiración, que les muestra ante los ojos de su Dios y los hombres, un cambio de forma de atender y entender las enseñanzas divinas y que provoca transformación de sus valores y creencias, sin importarles la legitimidad que tiene esa revelación: historia, costumbre, tradición, necesidad, todo lo anterior. En resumen, dentro de nuestro congreso, mágicamente se politiza la ley divina a ¿favor de…? sin llegar a un disfrute del poder divino, pero sí a imitación de sus atributos, validado por la transferencia de la soberanía a los diputados en el voto popular.
Así pues, hábitos e ideas de este tipo, sobre el derecho de interpretación diferente de las enseñanzas religiosas en el ejercicio público, prometen el éxito personal a través de violaciones de los principios de las enseñanzas de Cristo y sus iglesias; permisibilidad de lectura autoconferida al ocupar el puesto, con sacrificio de la verdad y no importando la destrucción del discurso universal del mensaje cristiano, rompiendo con ello la capacidad de estructura, contenido sapiencial y cumplimiento que tienen los mensajes de las escrituras, encaminados a evitar la desigualdad y la exclusión. De tal forma que la promulgación de los derechos humanos, degenera en protección de intereses personales mal habidos.