Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hace algunos años José Eduardo Zarco lanzó aquella campaña de “No sea coche” que irritó a algunos, pero que realmente implicaba mucho en una sociedad en la que estamos acostumbrados a tener poco respeto por los demás en cuestiones tan sencillas como la de andar tirando basura por todos lados y donde ni los ciudadanos ni las instituciones nacionales hacen nada para evitar esa grosera forma de comportarse que, además, va acompañada de una actitud nacional de descuido por el tratamiento de toda clase de desechos y por la forma en que nos vale gorro el medio ambiente en términos generales.

Estoy convencido de que la prohibición para el uso de plástico que ha dispuesto este gobierno para que sea implementada dentro de dos años no terminará por cuajar en ningún sentido porque es tan vacía que enfrentará toda clase de impugnaciones. Sin embargo, la jugada oficial que pretende ofrecer a Jimmy Morales la oportunidad de recibir algunos aplausos en su viaje a la sede de Naciones Unidas tendría que servirnos a los ciudadanos para poner más atención a los temas ambientales y entender que tenemos mucho por hacer si queremos realmente contribuir a preservar el medio ambiente y contribuir al esfuerzo mundial de protección del planeta.

Y es que en el fondo, como dicen muchos expertos, el problema no es realmente el uso de plástico sino la forma en que los humanos actuamos irresponsablemente con todo lo que son nuestros desperdicios y con todo lo que es generador de contaminaciones muy graves. Cierto que el plástico no se puede reciclar con la misma eficiencia que hay para otros materiales, pero sin duda que es un elemento importante dentro de los avances que ha tenido la humanidad para facilitarse la vida y si todos tuviéramos una actitud consecuente que, entre otras cosas, facilite su tratamiento, no tendríamos esa contaminación que causa tantas y tan fundadas preocupaciones.

Aún suponiendo que realmente Guatemala llegara a eliminar el uso de plásticos dentro de dos años, nuestra deuda con el medio ambiente seguiría siendo muy alta, no sólo por la contaminación que producimos, sino también por el desprecio que nos caracteriza respecto a los recursos naturales. Nos puede escandalizar la presencia de plásticos en los ríos, pero no nos inmuta el desvío continuo que se hace de sus caudales, ni que seamos uno de los pocos países en los que el uso del agua no está debidamente regulado porque carecemos de una ley elemental para el aprovechamiento de ese recurso.

No se trata de crear histeria respecto a los temas ambientales, sino de promover responsabilidad de la sociedad para que deje de agravar el deterioro de nuestros ecosistemas. El debate sobre los plásticos debe ser parte de esa nueva actitud responsable, pero se convierte en algo poco serio cuando se usa nada más como instrumento de propaganda para que nuestras autoridades presuman de una preocupación que nunca han tenido y que, por lo mismo, está condenada al rápido y total olvido de tirios y troyanos.

Es triste decirlo, pero de este gobierno nada se puede tomar en serio, porque todo sigue siendo una mediocre tragicomedia propia de comediantes sin ninguna calidad.

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