Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Cada septiembre los distintos gobiernos de turno, los medios de información corporativos y otros actores inundan cualquier espacio público, con publicidad sobre la “independencia” y siempre apelan a falsos sentimientos ultra nacionalistas, así como sobre el orgullo que deberíamos de sentir de quienes lograron este hito histórico en el desarrollo de nuestra República. Sin embargo y no con ánimos de menoscabar las aspiraciones de libertad de nuestra sociedad, la independencia de 1821 se asemeja más a un mito, que a una realidad que efectivamente vivimos.

El acto de septiembre de 1821, no es más que la declaración de independencia de una elite criolla. Esta elite buscó a través de este acto, la separación de la corona española, no con el fin de construir una Nación, sino con el único fin de desligarse de las leyes que desde la península ibérica les eran impuestas y poder profundizar así la expoliación más cruda de la población indígena, no pagar más impuestos y construir un país a la medida.

La supuesta independencia es tan falaz, que el propio numeral 1 del Acta que le dio vida, refiere que “siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el congreso que debe formarse, el señor jefe político la mande publicar para prevenir las consecuencias querían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”. Es decir, esta elite criolla prefirió declararla antes de que el cada vez mayor descontento social, desbordará y con él se diera la independencia desde la lucha de los Pueblos y así impulsar una verdadera Nación independiente y no la enorme mentira que vivimos hoy. Lo primero que hizo esta elite criolla al “independizarse” fue su anexión al imperio mexicano de Iturbide, es decir la lógica de la separación de España, no estuvo nunca en la construcción de una Nación, sino en garantizar sus espurios intereses.

El interés real de esa elite criolla en aquel entonces, aún se mantiene vigente y está concentrado en los siguientes aspectos; el primero en eliminar la obligación del pago de impuestos, la segunda la posibilidad de decisión de donde y hacia donde importar y exportar y obviamente el control sobre la tierra y la mano de obra. Estos hechos persisten con lógicas más o menos modernas en la actualidad. Uno no puede pensar en un país independiente cuando esa misma elite criolla, el gobierno encabezado por el Presidente, serviles de intereses foráneos, venden el país, firman acuerdos contrarios a los intereses populares. No hay independencia cuando esa misma elite y los gobernantes de turno venden el país y sus recursos naturales a grandes empresas transnacionales, sin importar las consecuencias contra la naturaleza y el futuro de la población.

Construir la verdadera libertad e independencia significará construir una Nación, que garantice los derechos humanos y que por ende permita condiciones de vida digna para toda la población guatemalteca.

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