Adrián Zapata
zapata.guatemala@gmail.com
Como es tradición en la Ciudad de México, la población acudió al Zócalo (Plaza Central) el día 15 de septiembre, víspera de la celebración de la Independencia de ese país.
Sin duda, es una fiesta nacional. El nacionalismo que caracteriza a nuestros vecinos del norte se desborda cada año en esa fiesta cívica. Puede ser criticado este gesto festivo como una expresión un tanto frívola, una identificación sentimental con el “México lindo y querido”. Pero la realidad es que anualmente el pueblo allí reunido porta miles de banderas tricolor, se pintan los rostros con los mismos colores y al unísono gritan ¡Viva México! Algunos podrán decir que es el circo popular que sirve de catarsis a la inconformidad social acumulada a lo largo de todo el año.
Este año fue diferente.
Según algunas fuentes periodísticas extranjeras, esa plaza se desbordó con más de cien mil mexicanos y mexicanas. La masividad superó a la usual.
Pero hubo una diferencia sustancial entre la noche del domingo y las de años anteriores. Como una sola voz, más de cien mil gargantas gritaban al unísono ¡Sí se pudo! Esas masas trascendían el Viva México de todos los años. Fue una expresión de ferviente identificación con las promesas de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, esas que constituyen el sueño del pueblo mexicano. Fue la masa enardecida, creyendo que por fin puede ser verdad esa consigna movilizadora “Primero los pobres”. Sí se pudo decían, porque la izquierda logró ganar las elecciones y estar en el Estado, no sólo en el Gobierno, para ejecutar lo tanto ansiado.
A lo largo del día hubo otras manifestaciones, estas de rechazo a AMLO; pero su raquitismo fue sorprendente. Sólo sirvieron para demostrar la magnitud del apoyo popular al Presidente.
Los sectores conservadores mexicanos, que son minoría en esta coyuntura política pero que tienen importancia relativa, están asustados y confundidos. Ver esas masas movilizadas sólo les dice, desde su insensibilidad social, que son pobres ignorantes, manipulados por un líder populista y demagogo, igual de ignorante que ellos. Y es que esos sectores conservadores no son capaces de vibrar ante el grito del pueblo mexicano, lo desprecian por “manipulable”.
Esa oposición derechista que empezó a construirse desde que se supo que AMLO podría ganar la Presidencia, en su histerismo ideológico y el miedo de perder sus privilegios, aprovecha y aprovechará todos los desaciertos del Gobierno, que seguramente serán muchos e incluso algunos graves, para hacer fracasar la ansiada “Cuarta Transformación” que la izquierda y en general los sectores progresistas ansían impulsar.
Pero AMLO, el partido MORENA, sus diputados, senadores, gobernadores, funcionarios y sus liderazgos corren el riesgo de alucinarse por el grito de apoyo de las masas. Su reto es cómo, sin ceder en la primacía que deberán tener los pobres en su Gobierno, siguen comprometidos con la democracia y la unidad nacional. Eso significa hacer realidad la afirmación “Primero los pobres, para beneficio de todos”.