Arlena Cifuentes D. Cifuentes Oliva
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Pretender seguir celebrando el 15 de Septiembre como la fecha conmemorativa de nuestra Independencia es la aberración más grande que puede seguirse cometiendo. A todas luces está demostrado que Guatemala carece de libertad y soberanía. Un buen punto de partida sería aceptar esta realidad que a algunos puede doler, a otros les parecerá un contrasentido y a muchos les será indiferente. Aceptar la verdad histórica y poder enmendar los horrores transmitidos por generaciones hasta el presente es imperativo.
No hay nada que celebrar. ¿De qué libertad estamos hablando? El peor error es continuar empecinados en trasladar a la niñez y a la adolescencia una historia plagada de mentiras que únicamente contribuye a acrecentar la ignorancia y el desconocimiento de nuestras raíces, de una realidad que las mayorías desconocen y que impide la generación de criterios propios, lo cual ha servido para mantener al pueblo en la ceguera y en un estado de negación inconcebible.
Es inaceptable que haciendo uso de las redes sociales se trasladen mensajes alusivos a la celebración de la Independencia cuando muy cerca en el área urbana –como en todo el país– existen connacionales cuyas vidas pasan totalmente desapercibidas –muriendo de inanición– como consecuencia de un Estado permanentemente cooptado –hoy más que nunca– por los intereses mezquinos de quienes ostentan el poder y tienen al país de rodillas.
El movimiento independentista fue promovido por miembros de las élites, a quienes se les denominó “Próceres de la Independencia” quienes buscaban la obtención del control económico, el cual estaba en manos de los españoles. Es a partir de aquí que se construye una falsa historia, ya que no hubo tal Independencia, el poder económico únicamente cambió de manos. En ningún momento existió en este movimiento el interés por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de aquella época. Dando paso así al surgimiento de un Estado débil, el poder económico concentrado en los loables “Próceres de la Independencia” y una población mayoritariamente pobre. Esta es nuestra herencia, es nuestra procedencia la cual se ha pretendido negar mutilando así el surgimiento de un sentimiento de patriotismo ante la ausencia de un asidero común. Por otra parte, la injerencia extranjera ha sido predominante a lo largo de la historia del país.
La verdadera Independencia de los pueblos sólo puede devenir de un Estado fortalecido institucionalmente, el cual en la actualidad está cooptado por las mafias y la corrupción enquistada en todas las instituciones y en la práctica diaria de la mayoría de los guatemaltecos. Para que un país se proclame independiente se necesita de una población dotada de criterio propio, construido sobre la base del conocimiento de su realidad e historia. La generación de “ciudadanía” es indispensable si se quiere provocar un verdadero cambio, un pueblo sin cultura política, sin dignidad individual y colectiva va a la deriva. Debe erradicarse la ignorancia que provoca el analfabetismo; así como la depresión y el conformismo que causan las condiciones de vida miserable en las que viven millones de connacionales.
Es de vital importancia que la historia del país sea escrita con veracidad, de lo contrario se le estará vedando el desarrollo a las nuevas generaciones. No más arengas populistas; no más frases sin sustento, tales como hablar de “fervor patrio” el cual es inexistente. No más falsas escenas de patriotismo. Cuando nos dispongamos a erradicar el hambre, la desnutrición infantil, el analfabetismo y se sienten las bases para la generación de una ciudadanía que cumpla con sus obligaciones para después exigir derechos entonces y solo entonces estaremos en capacidad de iniciar el verdadero recorrido hacia la libertad y la independencia, hoy seguimos siendo esclavos de las mentiras que hemos aceptado como verdades absolutas.
Conocer y aceptar nuestra verdadera historia es una tarea que no puede postergarse.