La nuestra es una sociedad que tiende a la polarización y a lo largo de nuestra historia nos hemos dividido fácilmente. Aparte de las diferencias raciales que pesan más de lo que públicamente se reconoce, desde los orígenes de la Patria empezamos confrontados entre liberales y conservadores, conflicto que se mantuvo hasta por lo menos el año 1944, época en la que Ubico, al despedirse del poder, dijo que había que tener cuidado con los cachurecos y los comunistas, sambenito que desde entonces se empezó a aplicar con suma ligereza a todos los que simpatizaban con la Revolución de Octubre contra la dictadura.

El caso es que, con abundantes polvos de históricos lodos, hoy en día la sociedad se encuentra dividida en una forma radical y se confronta ya no por cuestiones ideológicas o religiosas, que pudieron ser causas de distanciamientos y polémica en el pasado, sino alrededor de temas que debieran unirnos a todos, como pueden ser la corrupción y la impunidad. Pensar que un país pueda caer en tan hondas divisiones alrededor de vicios que tendrían que ser repudiados por todos es alarmante, pero confirma la influencia de la propaganda para soliviantar los ánimos.

Hasta los mismos corruptos tenían antaño empacho y cuidado de no caer en el descaro y criticaban los actos de corrupción, aunque la crítica fuera del diente al labio, por lo que ellos mismos hacían. Ciertamente la hipocresía llegó a extremos cuando se generalizó la corrupción y el vicio empezó a ser algo así como práctica común, pero al inicio de la lucha en el 2015 veíamos que hasta los pícaros se presentaban en la plaza no sólo para exigir el cese de la podredumbre sino el severo castigo a los ladrones.

No digamos la impunidad, que es tan útil pero que tarde o temprano nos pasa factura a todos. Por supuesto que nadie alza la voz descaradamente para que siga el descalabro de la justicia, pero son muchos los que operan cómodamente en ese sistema y por lo tanto lo alientan de manera que torpedearon (bajo espurios pretextos) las reformas constitucionales para depurar a la justicia.

Hoy en día nadie se pronuncia ni en los medios ni en la plaza a favor de la corrupción y la impunidad abiertamente. Pero son muchos los que, usando falacias y artimañas, arremeten contra los esfuerzos por la depuración y la justicia en el país.

Es increíble que la corrupción y la impunidad sean factor de división cuando para el ser humano, acabar con esos vicios debiera ser un objetivo común y unificador.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorUna investigación crucial y la elección de cortes
Artículo siguienteTifón deja 2 muertos y a miles sin luz en Corea del Sur