Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Antes de iniciar mi columna, deseo expresar mi solidaridad a los distintos medios de comunicación que fueron agredidos verbalmente, con la estolidez que siempre muestra nuestro mandatario, especialmente con La Hora y con Oscar Clemente Marroquín.

No existen peores flagelos para nuestra Guatemala que la corrupción, enquistada en todos los niveles, y el alarmante índice de desnutrición crónica infantil que azota a la mitad de la niñez guatemalteca. Ambos frentes debieron ser la prioridad del Gobierno que termina en enero del próximo año y fueron contumazmente abandonados por nuestras autoridades salientes, y por todos los gobiernos que les han precedido. Sin excepción.

Si el doctor Giammattei quiere ser un verdadero estadista, deberá abordar seriamente ambos temas, de forma estructural e integral, y no con acciones aisladas.

Con respecto a la corrupción, esta debe abordarse desde la reforma del Estado, modificando leyes que contemplan contrataciones del Estado, servicio civil, carrera judicial, el fortalecimiento de la Contraloría General de Cuentas y del Ministerio Público, así como cambios de fondo en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, principalmente en cuanto al financiamiento electoral. Si se quiere ser aún más agresivo, se debe cambiar la forma en la que se eligen diputados (elección de personas en vez de listas cerradas por partido político), magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de Cortes de Apelaciones y al Contralor General. Además, la estructura de los gobiernos departamentales debe revisarse para dar mayor autonomía al gobierno local (gobernación departamental) y también permitir que la recaudación fiscal y manejo del gasto público se descentralice de tal forma que los ingresos que se recaudan en un departamento se inviertan en el mismo. Lo anterior, sin mecanismos de control y rendición de cuentas, es una quimera, por supuesto.

En relación con la desnutrición crónica infantil, tal como lo he dicho hasta el cansancio desde este humilde espacio, ésta debe ser abordada integralmente priorizando las áreas de mayor incidencia en el país, educando a las madres para que ellas se alimenten correctamente durante el embarazo y el período de lactancia materna, cuidando la alimentación de sus hijos en sus primeros años de vida, llevarlos a centros de atención de salud primarios para que el pediatra los revise y tome sus pesos y medidas para corroborar que tengan un desarrollo correcto, y todo ello aunado al aseguramiento de que existan condiciones de salubridad en las casas de los niños y la población donde viven (es decir, pisos de cemento, baños completos que no tengan letrinas y que exista un buen sistema de drenajes) para evitar que puedan tener enfermedades diarreicas que les mermen la ingesta de nutrientes en su organismo.

Todas las acciones anteriores, obviadas por completo por los presidentes Cerezo, Serrano, Carpio, Arzú, Portillo, Berger, Colom, Pérez Molina y Morales, tienen como consecuencia que tengamos un Estado cooptado, incapaz de atender sus obligaciones más elementales y la mayor tasa de desnutrición crónica infantil en el continente. Esto nos deja en una posición asimétrica con respecto a nuestros vecinos a la hora de atraer capitales foráneos para invertir en nuestro país, que es la que al final generará desarrollo y prosperidad para todos los guatemaltecos.

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