Víctor Ferrigno F.
Desde ayer, todos los reflectores, los análisis y la opinión pública están centrados en Sandra Torres y la UNE, cuyo destino político luce lúgubre, olvidando que lo más relevante es iniciar un debate nacional sobre los retos y el rumbo del nuevo gobierno, para sacar adelante al país, que cae en picada en casi todos los ámbitos.
El primer reto que deberá remontar Alejandro Giammattei (AG) es su falta de legitimidad. Ganó con casi el 58% de los votos válidos emitidos en la segunda vuelta comicial, pero si tomamos en cuenta a todo el padrón electoral, resulta que Giammattei alcanzó la Presidencia sin el apoyo del 76% del electorado, obteniendo una victoria pírrica.
Apenas el 24% de los empadronados lo votó; el resto sufragó por otro partido, votó nulo o en blanco, o se abstuvo. En Guatemala, ningún presidente ha incrementado el apoyo ciudadano obtenido en los comicios, así que Giammattei iniciará su mandato con una endeble base social, que irá en declive, lo cual hará difícil su mandato y, previsiblemente, se apoyará en la fuerza pública para gobernar, provocando represión.
El segundo gran reto de AG es lograr el apoyo de la ciudadanía rural, donde se concentran los grandes problemas sociales, territorio en el que no consiguió suficientes adeptos, y donde le reclamarán alimentos, salud, trabajo, educación, tierras, agua, etc.
Triplicando los sufragios obtenidos en la Primera Vuelta Electoral, AG le sacó un poco más de medio millón de votos (523,691) a Sandra Torres, pero el 77.37% de esa ventaja los consiguió en 21 cabeceras departamentales. En 16 de ellas obtuvo más del 60% de los sufragios, y en cinco cabeceras superó el 80%. Para colmo, el 48.6% de esa diferencia lo alcanzó en la cabecera de Guatemala. En otras palabras, Giammattei ganó por el voto urbano, pero no cuenta con apoyo político entre los pobres, los indígenas, ni los campesinos del área rural, quienes sufren las grandes carencias sociales. Por ello, no es descabellado presagiar grandes conflictos sociopolíticos.
Con tan bajo apoyo social, el tercer reto de Alejandro será mejorar su correlación de fuerzas políticas, pues apenas consiguió el 10% de las diputaciones y 29 alcaldes. Gobernar con tanta debilidad no le será fácil, y si bien podrá negociar apoyos parlamentarios y ediles, lo tendrá que hacer con un alto costo dinerario y político, con las transacciones obscuras o ilegales que acostumbran. Por lo tanto, es previsible que trance con quien se le ponga a tiro, y se siga apoyando en militares genocidas, políticos corruptos y empresarios venales.
El cuarto y más grande reto, será revertir la debacle social que sufre la mayoría de la población, provocando migración masiva. Tres millones de ciudadanos han ingresado al infierno de la pobreza en los últimos diez años, generando que el 83% de la población malviva con Q53.00 al día, y el 23% del paisanaje esté sumido en el averno de la pobreza extrema. Esos son los resultados del modelo de explotación, corrupción y exclusión de la cúpula dominante, que lo apoya.
La falta de lluvia, y ese infame régimen de desigualdad imperante, ya afectan a 24 mil 269 productores y las pérdidas de la cosecha de maíz podrían llegar al 70% en cientos de comunidades, en un país donde el 80% de los niños indígenas padece desnutrición crónica, y este año se incrementará un 25% la desnutrición aguda. Hasta agosto, 21 niños han muerto de hambre, a pesar de que en Guatemala hay tierra, clima y agua para que coman todos.
En ese contexto, para AG la reforma fiscal será ineludible y difícil, pues la macroeconomía retrocede y la corrupción avanza, mientras Trump amenaza con imponernos aranceles y gravar las remesas. Enfrentamos un oscuro panorama, sin una luz que nos guíe.