Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Los exabruptos de nuestro gobernante dirigidos a la prensa, aún y cuando dejan un sabor amargo de boca y provocan cierta amargura, son un reconocimiento indirecto del trabajo decoroso hecho por los medios de información a lo largo de estos cuatro años de la administración de nuestro cómico Presidente. Particularmente cuando su saña se ha dirigido con particular veneno contra La Hora.

Que venga la crítica de un personaje “sui géneris” como Morales, no es sino un obsequio en bandeja de oro. Porque, ¿quién no sabe el desgobierno de la administración actual? ¿quién desconoce la alianza del gobernante saliente con los poderes oscuros para sacar a la CICIG y promover la impunidad? ¿quién ignora sus proyectos “originales” de compra de aviones y buque? Pocos lo desconocen porque su fracaso como estadista clama al cielo.

Por ello, insisto, que su crítica contra la prensa guatemalteca es buena señal. Indica que los medios estuvieron despiertos, que no se doblegaron al poder de las élites y que actuaron según principios no vinculados con la tentación del capital y el lucro. Asimismo, su malestar patentiza que también los columnistas estuvimos finos, acertamos en la diana e hicimos lo que teníamos que hacer: señalar las tropelías de la tropa loca y pedir cuenta del dinero que le pertenece a los guatemaltecos.

Creo que las recientes apariciones de nuestro fracasado gobernante obedecen, más allá de su mal formada personalidad, al deseo de imitar a líderes globales que en la actualidad son moda: Trump, Bolsonaro, Johnson y Salvini, entre otros. Una aspiración mimética producto con toda seguridad de su inclinación hacia las tablas y el histrionismo de baja catadura.

El gobernante aparece amenazante y grosero, vulgar y simple. Algo así como un Rodrigo Duterte a la tortrix.  Envalentonado porque cree que la impunidad lo pondrá a salvo y su dios será indulgente frente a sus debilidades y torpezas sin límite. Ignora, por la materialidad finita de su constitución, que las canalladas se pagan y su caso no será una excepción.

En consecuencia, el discurso reciente contra la prensa debemos recibirlo como un reconocimiento “cum laude”.  Gozosos de haber hecho bien la tarea y haber obtenido la mayor calificación, “summa”, por ser molestos a las autoridades. Eso sí, con el sentimiento de que se nos vienen nuevos retos y que no debemos dar tregua al poder, la intimidación y los dramas fingidos de nuestras plañideras posmodernas.

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