Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Ayer, en la tribuna de la Escuela Politécnica, donde se forman los futuros militares del país, el Presidente pronunció un discurso apelando al patriotismo y la soberanía en el que destacó la frase de que a los extranjeros que, según él, vinieron a mancillar la dignidad de Guatemala por evidenciar nuestra corrupción e impunidad, “Gracias a Dios” ya los expulsaron, reclamando de los jóvenes cadetes un compromiso para que nunca más volvamos a poner al país en manos de extranjeros.

Al margen de la paradoja de que quien habla tanta barrabasada es quien está entregando en bandeja el país a las necesidades de reelección del presidente Trump, negociando a cambio impunidad para él y sus socios, vale la pena señalar que si bien muchos pastores protestantes de los que hacen política diariamente tuvieron que ver, y mucho, con la expulsión de la CICIG, yo dudo mucho que Dios haya tenido vela en ese entierro porque si algo es propio de la figura divida es ese claro discernimiento entre el bien y el mal.

Las fuerzas evangélicas por supuesto que jugaron un papel muy importante y son pieza clave de la estrategia del Gobierno desde que se dispuso el traslado de la Embajada en Israel a Jerusalén, con todas las implicaciones que tuvo en el derecho de picaporte que el protestante embajador guatemalteco en Washington obtuvo en la Casa Blanca gracias a los organizadores de los famosos desayunos de oración. Y como Morales, al igual que Trump, se sienten los “escogidos” por Dios para gobernar, eso los coloca al mismo nivel de Idi Amin, de Hitler, de Mussolini, de Stalin, del Sha de Irán, o para ser más localistas, de Ydígoras, Arana, Lucas, Serrano, Arzú, Portillo, Berger y Pérez Molina. Fletada está la humanidad si toda esa calaña, a la que se suma Morales, ha sido realmente escogida por Dios para el ejercicio teocrático del poder.

Evidentemente los que asisten a los desayunos de oración no han leído el fantástico libro de Torcuato Luca de Tena titulado “Los renglones torcidos de Dios”. Y es que la vida está llena de situaciones no sólo terribles sino dramáticas y espeluznantes de las que no podemos culpar a Dios. Qué clase de Dios tendría que ser el nuestro si es alguien que delega su poder en tipejos de la calaña de los que hemos nombrado, sin dedicar sus facultades ni su poder en promover el bien común y generar la paz y la armonía entre los hombres.

Yo creo que meter a Dios en el pleito y el conflicto personal de intereses que tenía Morales con la CICIG es, literalmente, tocar a Dios con las manos sucias. Asegurar que ha sido gracias a ese Dios que tan bien entiende la diferencia entre el bien y el mal el que se haya terminado en Guatemala la lucha contra la corrupción y la impunidad, es un auténtico insulto al mismo Creador Supremo.

Aparte es que quien ha pisoteado la soberanía del país para entregarlo a Trump como trofeo de su campaña de reelección, de lecciones a los cadetes sobre el patriotismo y la dignidad de Guatemala y allá los futuros militares si se lo creen.

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