Mientras cada vez más se siente como si el tema religioso está asociado con el ejercicio del poder y se utiliza para estar más cerca de la gloria y la riqueza, el Papa Francisco envía un serio mensaje a los católicos de Guatemala con el anuncio del nombramiento de Álvaro Ramazzini Imeri como Cardenal de la Iglesia Católica, siendo obispo de la lejana, remota y empobrecida Diócesis de Huehuetenango, departamento desgarrado por la migración pues es de donde más compatriotas salen en busca de una oportunidad en los Estados Unidos.
Ramazzini recibió la noticia justamente el día en que celebraría una misa junto a familiares de migrantes en Santiago Petatán, en su jurisdicción, y durante la homilía habló de la pobreza como la causa de la migración por la violencia que produce en la vida de quienes sufren esa marginación tan común en nuestra sociedad.
Ramazzini se ha caracterizado en su ejercicio pastoral por ser un obispo que se identifica con las necesidades y las angustias de su pueblo. En este país con tanta ignorancia sobre las ideologías, eso lo coloca a la izquierda del espectro político, pero ocurre que los izquierdistas le critican porque siempre ha estado presto para buscar acuerdos entre todos los sectores sin radicalismos y expresiones dogmáticas. Eso ha hecho del obispo una bisagra en la sociedad y no por gusto el Papa Francisco le investirá en octubre como Cardenal, término que se deriva del latín “Cardo”, que precisamente quiere decir bisagra, razón por la que se designa así a los prelados más cercanos a los Pontífices.
Más que una distinción, el cardenalato para Ramazzini es un serio compromiso que llega precisamente en el domingo en que la Iglesia Católica nos recordó que “los últimos serán los primeros” porque se trata de un sacerdote que no anda en busca de gloria ni pompa, sino del cumplimiento de su función esencial que es la de ser guía espiritual en el pueblo de Dios, compuesto no sólo por una clase social, pero que sí tiene un compromiso especial con los pobres que sufren carencias y marginación que no corresponden a lo que merecen, simplemente por su esencial condición de seres humanos y, por tanto, Hijos de Dios.
En cambio, para nosotros, como fieles, es un honor y una distinción muy especial que el Papa Francisco nombre Cardenal a un obispo que no se mueve en las esferas de poder y que nunca ha dejado de actuar de acuerdo a su visión de una sociedad incluyente en la que todos los Hijos de Dios tengan elemental dignidad.