Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Todos los determinantes del bienestar humano están relacionados con la justicia. Caos político + caos justicia = anarquía = desigualdades = marginación = mal desarrollo humano. Nuestra justicia se caracteriza por falta de acceso de grandes grupos de población a la aplicación de la misma.

Estamos a punto de darle un nuevo barniz a la lectura de nuestro Organismo Judicial, con la elección de 13 magistrados de la CSJ, y 144 de las Cortes de Apelaciones y tribunales. Autoridades universitarias, diputados y Cortes, que son al final los que intervienen en ese proceso, son juez y parte, su primer vicio, y la falta de participación de una verdadera soberanía popular, su segundo.

El proceso electoral utilizado a la fecha, no ha funcionado como punto integral de reforma y cambio para la agilización, modernización y buen actuar judicial. No ha habido de parte de los postuladores de comisiones, ni de los electores, un sincero anhelo para un ejercicio activo que cambie la justicia a algo honorable e imparcial. Por su parte, la mayoría de la sociedad ve esa elección con desinterés y despreocupada, pues la ignorancia al respecto es muy alta y se hace entonces evidente que, a quien interesa esa elección, es principalmente al que le debe algo a la justicia y a aquellos a los que su ambición de poder, deseo de venganza, los propicia al delito y les interesa no para apoyar causas justas, sino aprovecharse de ella y cometer sus fechorías a través de su distorsión.

En estas elecciones, el pueblo no tiene ni poder ni conocimiento y esa inalcanzabilidad a la justicia en que está inmerso, es en parte culpable de su dolor y su desgracia y de que no estemos hechos, para vivir dentro de un estado de derecho y justo, lo que nos conduce implacablemente hacia los bajíos de la intolerancia, agresión, violencia y violación de leyes y principios y a la falta de una convivencia pacífica y de resistencia a la autoridad.

Una democracia que se desarrolla entre engaños y traiciones en la aplicación de la justicia, vuelve truculentas las aguas de la vida para cualquiera, incluso para el favorecido, y hace naufragar desarrollo y evolución humana. Eso aún no lo entendemos los ciudadanos, a pesar de la miseria en que vivimos y nos rodea.

¿Qué tienen muchos de los hombres y mujeres que buscan las magistraturas y tribunales? Son hombres y mujeres a mitad de su vida, movidos por el deseo de enriquecerse y los medios para alcanzarlos les son secundarios. Son altivos y ávidos de demostraciones de respeto, ambiciosos, dispuestos a alcanzar honores a como dé lugar y entonces cabe preguntarse si la justicia puede ser conducida bajo tales términos, pues realmente el Sistema Judicial se ha vuelto el yugo de la decencia.

Surge entonces la pregunta ¿Qué hacer? Depurar; depurar es hacer pública la vida, logros y actuar de candidatos y magistrados electos; generar espacios públicos para la denuncia/defensa de sus actuaciones; la gente se mide por su actuación no por chismes o prejuicios; el juez, el magistrado, deben medirse constantemente por su eficiencia e imparcialidad.

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