Luis Enrique Pérez
El político florentino Niccoló Machiavelli me solicitó reproducir una carta que le envió al próximo Presidente de la República. El propósito de reproducirla es que él pueda tener la posibilidad de leer por lo menos una copia, en el caso de que, por causas que la más licenciosa imaginación no podría sospechar, la carta original fuera atrapada por sus colaboradores presentes o futuros, y él no pudiera leerla. He aquí la copia “ad litteram” de la carta.
“Magnífico Señor Alejandro Giammattei: Después de haber estado yo durante un año en el exilio, y haber sido encarcelado y torturado a causa de infundadas sospechas de conspirar para derrocar al gobierno de los Medici; y luego también de ser liberado, gracias a la misericordia del nuevo Papa, Su Santidad Giovanni de Medici, vivo con mi familia en una pequeña casa campestre, próxima a Florencia”.
“En mi tranquilo retiro evoco la turbulenta historia de Florencia que presencié en mi juventud; y me distraigo en las tareas propias de la campiña. Converso, en mi biblioteca, con los grandes hombres de la antigüedad, entre ellos Tito Livio, Tucídides, Aristóteles, Polibio y Plutarco; o evoco los discursos de Demóstenes, Esquines y Cicerón. Durante ese retiro terminé mi obra El Príncipe, sobre el arte de gobernar, que fue publicada en el año 1532, y la cual sería comentada por Renato Descartes y Napoleón Buonaparte. No obstante los 550 años que me separan de vosotros desde que nací hasta el memorable año en que habéis sido electo Presidente de la República, incurro en el abuso de daros algunos consejos que también podéis encontrar en aquella obra” .
“Otorgadle gran importancia a elegir a ministros, secretarios, asesores o consejeros. Si son aptos y honestos, uno puede formarse una buena opinión del gobernante, porque ha sabido reconocer la aptitud y la honestidad. Si no son aptos y honestos, uno puede formarse una mala opinión de él, porque el primer error que ha cometido, y que puede ser el peor error, es precisamente elegirlos”.
“Huid de los aduladores como de una mortífera peste. Cuando fui Secretario de la Segunda Cancillería de Florencia, y cumplí delicadas misiones diplomáticas, me convencí de que, en las cortes gubernamentales, abundan los aduladores. Ellos no tienen mayor interés en deciros la verdad y evitaros un error. Quieren agradaros para disfrutar de los apetecidos favores que de vuestra generosidad pueden obtener. Y sospechad de los consejos que no les hubiereis solicitado. Permitidle libertad a vuestros más próximos colaboradores, para que os digan lo que sinceramente piensan, y persuadidlos de que no os ofenderéis si así actúan. Y tened preferencia por ellos, y así os protegeréis de la adulación”.
“Investigad la verdad; pero ya sabéis que la verdad no necesariamente es agradable. Si comprobáis que alguien os ha mentido, castigadlo, por lo menos con vuestro tácito desprecio. Y en vuestras decisiones evitad ser ligero, caprichoso o pasional, ya que podría ser necesario rectificar esas decisiones, y podríais provocar la impresión de que sois inseguro, o suscitar la sospecha de que sois voluble, y hasta podríais ser repudiado. Y no pretendáis complacer a todos, porque es imposible tal complacencia, e intentarla es una imprudencia que os conducirá al fracaso. Y preferid ser más respetado por vuestro mérito, que temido por vuestro poder”.
Post scriptum. “Deseo que tengáis el éxito que vuestra fortuna y vuestro mérito prometen. Me consumo en humildad. Niccoló di Bernardo del Machiavelli. Florencia. Año 1527, o año de mi muerte e inicio de mi inmerecida difamación en la historia del pensamiento político”.