Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por:Adrián Zapata
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Hace cuatro años, cuando Jimmy Morales ganó las elecciones, planteó el tema de las exportaciones como una manera de desarrollar el área rural. Sin embargo, como rápidamente su única agenda fue confrontar a la CICIG y al MP, no tuvo el tiempo para efectivamente impulsar lo que planteó.

Ahora, el gobierno electo de Alejandro Giammattei hace una propuesta en ese mismo sentido, poniendo al centro de su estrategia para desarrollar las áreas rurales la promoción de las exportaciones.

De ninguna manera puede calificarse de equivocada la decisión de apoyar las exportaciones desde los territorios rurales. Es más, resulta meritorio que tenga la decisión de atender esas áreas, porque si no logramos cerrar la dramática brecha existente entre lo urbano y lo rural, el desarrollo nacional no será posible. Lo que resulta controversial es hacer de esta política de promoción de las exportaciones el centro de una estrategia de desarrollo rural.

Lo primero que debemos tener presente es que el crecimiento económico es muy importante, pero que por sí mismo no engendra desarrollo. La riqueza que se produce tiende a distribuirse siguiendo el mismo patrón de concentración de la riqueza, por lo tanto ella tenderá a concentrarse en los mismos de siempre. Por eso, el crecimiento debe ser inclusivo, es decir que beneficie de manera directa, no vía derrame (que nunca se produce suficientemente), a quienes participan como actores económicos, que cada vez deben ser más.

Lo segundo, derivado de lo anterior, es lograr que cada vez haya más actores productivos, es decir más gente produciendo riqueza. Muchos lo harán vía acceso a un empleo decente, para lo cual se necesita que haya inversión en los territorios rurales. Otros lo harán mediante el emprendimiento empresarial, a través de pequeñas y medianas empresas, cooperativas, etc. Pero una gran parte de los habitantes de los territorios rurales, la inmensa mayoría, son campesinos pobres y excluidos, cuya actividad productiva es la agricultura familiar, lamentablemente en condiciones de infra y subsistencia. Según los datos que tenemos, un 61% de los hogares agropecuarios son agricultores familiares (790,000 hogares). Una minoría de ellos son excedentarios. Y, hasta donde logro entender, esta es la población que fundamentalmente se quedará fuera de la estrategia de desarrollo rural que ha plantado el Presidente electo.

A pesar de las críticas que se le pueden hacer al actual MAGA, en teoría le dio continuidad a un esfuerzo iniciado en anteriores administraciones, el impulso del Programa de Agricultura Familiar para el fortalecimiento de la economía campesina, PAFFEC, y a la necesaria reconstrucción del Sistema Nacional de Extensión Rural que fue desarticulado por las política neoliberales durante el gobierno de Álvaro Arzú. Digo en teoría porque en la realidad no se logró reconstruir el extensionismo ya que el clientelismo y el asistencialismo terminaron dominando el desempeño de esa cartera.

Lamentablemente, parece que Giammattei y su equipo no le darán continuidad a ese esfuerzo. Piensan que la agricultura familiar es la economía de la pobreza y no entienden que el propósito debería ser fomentarla para que se convierta en excedentaria, se vincule a los mercados (locales, regionales e internacionales) y produzca ingresos que permitan a los campesinos salir de la pobreza. La agricultura familiar no es una política social como desde la ignorancia lo consideran muchos. Es, sin duda, una política económico productiva.

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