Cuando se concrete la elección de las Cortes en la culminación del proceso de postulaciones marcado por la existencia de las comisiones paralelas, muchos de los que se encargaron de destruir el esfuerzo por concretar la reforma del Sector Justicia terminarán sintiendo que ni siquiera el Chapulín Colorado podrá ayudarlos en caso de algún contratiempo legal en el que se les presenta como contraparte alguna de esas poderosas y secretas mafias que, controlando al poder judicial, pueden arrebatar al estilo Jalisco y convertirse en verdaderos dueños del país porque los que hasta ahora se han considerado como tales, tendrán que pagar el precio de la destrucción del Estado de Derecho y de la creación de una nueva certeza jurídica en la que el mafioso siempre tiene la razón.
Es gravísimo lo que ocurre con la cooptación del Estado, pero mucho más lo es la cooptación de la justicia porque por una u otra razón todos los ciudadanos pueden verse en condición de tener que defender sus derechos ante los tribunales de justicia y con éstos amañados, es imposible que prevalezca la sana aplicación de la ley, sea para proteger a los honestos o para castigar a los culpables.
Hubo épocas en que el carácter de intocables ante la ley derivaba de la alcurnia y la riqueza, pero al paso que van las cosas será únicamente la riqueza la que produzca esa sensación de impunidad que antes provenía del temor y respeto que inspiraban los históricamente poderosos, pero ahora, con la competencia de capitales emergentes de distinto tipo y tan bien conectados como para ser los pivotes de la conformación de las Cortes, ese poder tradicional se desvanece frente a los que amasan fortuna de manera pavorosa.
Siempre he dicho que ante el avance del tremendo poder del narcotráfico en países como el nuestro, la sociedad necesita de una institucionalidad tan fuerte como honesta para hacerle frente al que debe ser el enemigo común. No hay manera de que ni siquiera los más grandes capitales puedan competir con las fortunas que vienen del narcotráfico y el crimen organizado y si éstas meten la mano, como ya la meten en abundancia, en el control de las instituciones y sobre todo en el control de la justicia, terminarán despojando de todo a los que en esta coyuntura están siendo sus cómplices porque en busca de la ansiada impunidad que vino a destartalar la CICIG, se están aliando con grupos realmente perversos que les van a pasar una tremenda factura.
Uno puede pensar que su posición de poder es tal que será eterna y que nadie ni nada va a ponerla en riesgo, pero esos poderes emergentes vienen no solo con pasos agigantados, sino con pasos avorazados en los que no hay límites ni mucho menos aquel sentimiento de respeto que inspiraban quienes se presentaban como “la gente decente”.
Cuando hablaban de Estado de Derecho y certeza jurídica lo que de verdad implicaban era la protección a ciegas de sus derechos aunque los mismos derivaran de negocios partícipes de la corrupción. Ahora, destruyendo todo resabio de Estado de Derecho están acabando hasta con esa “su certeza jurídica”, no digamos con la real que es la única capaz de preservar auténticos derechos.