Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. George C. Lichtenberg.

Aunque es cierto que la Constitución Política, inicia invocando el nombre de Dios, y que en la actual Constitución se crearon instituciones innovadoras como la PDH, que es en teoría la institución moral del Estado, aunque sus resoluciones no son vinculantes, sí tienen un peso ético, más conocida como la conciencia de la administración, cuestionada o no, fue una novedad necesaria.

El problema de fondo, radica en que los gobernantes y otros funcionarios, vinculan la religión con decisiones politiqueras, porque, aunque soy creyente de Dios y de religión católica, no se puede ocultar que hasta el siglo XIX, y principios del XX, se tenía la creencia de que la religión y el Estado eran uno solo, y el poder de la Iglesia en las decisiones de los monarcas era fundamental.

Con el paso de los años el poder de la Iglesia ha disminuido considerablemente, así como las monarquías, en los países en que estas existían.

Viene a colación lo anterior porque algunos Presidentes, no solamente han participado en el Te Deum por protocolo, han ido más allá y han convertido la tribuna en un púlpito, situación que no ha sido beneficiosa para la sociedad en general y para el Estado en particular.

Veamos, en la historia reciente, Ríos Montt, como gobernante de facto, convirtió la televisión y la radio en un medio de evangelización, en el que mantenía clases de moral, que no se aplicaba para su vida personal.

Posteriormente, Serrano Elías también mezcló la religión con la política, y son componendas no sanas, porque son instituciones diferentes, el poder de una no es comparable con el poder de la otra, uno de los dos se asume es de los cielos, y el otro terrenal.

¿Por qué entrelazar los dos? Por acaparar más poder, y por dar seguimiento a intereses espurios, porque la religión tiene una razón de ser en la vida histórica de la sociedad, y el Estado otra, que deben estar diametralmente separadas, por el bien de la convivencia en general.

En la historia de la sociedad, los largos siglos en que una de las dos instituciones ha sido parte de otra, han sido eras totalmente oscuras, porque como lo menciono anteriormente los momentos históricos, en que han sido, una institución parte de la otra, ha existido un oscurantismo que ha hecho retroceder la historia.

Viene a colación lo anterior, porque hemos tenido Presidentes excesivamente religiosos (ya que gozamos de libertad de culto) es de aseverar, que no se puede fusionar una forma de vida con la otra, ya que no separarlas trae consecuencias desafortunadas para la sociedad en general.

También traigo a colación el tema, derivado del discurso del joven deportista Vega, cuando en una alocución más que incendiaria, al final de la misma clama por la Justicia Divida, institución a mi criterio, aplicable a cualquier acción que violente principios e intereses generales.

La corrupción ha campeado en Guatemala durante los últimos años, más incluso que durante los gobiernos militares, que no significa que no existiera, simplemente era más prudente, hoy es más descarada, ha crecido de manera incontrolable como un cáncer terminal, que nos ha tenido de rodillas.

Pero ¿Tiene relación la religión con la corrupción? Desafortunadamente la primera ha sido históricamente el caparazón que ha utilizado la segunda para que la sociedad incluso venere a la primera.

Dios existe para los que creemos en él, pero es muy diferente esa creencia, a esconder en una religión los males éticos y morales del ser humano, desafortunadamente, a lo largo de la historia de la humanidad, la necesidad de creer en algo, ha fomentado los más oscuros instintos.

Como conclusión podemos afirmar que son dos poderes distintos, y que deben encontrarse diametralmente separados por sanidad de la sociedad, y de las dos instituciones mencionadas.

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