Mario Alberto Carrera
marioalbertocarrera@gmail.com
Cada día cae dentro del caldero de inmundicias que cotidianamente tenemos que tragar los guatemaltecos (para algunos como nutrimento de sus cuerpos y para la mayoría alimento depresivo de la mente atormentada por el terror ambiente) un pedazo más de pestífera carroña.
Al discutidísimo plan infernal llamado tercer país seguro –del que he escrito bastante en este mismo espacio– sumémosle la crónica necesidad apremiante de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos de salir de nuestros países en busca de asilo político, aunque la persecución que sufran sea de diversas catadura. Añadamos a este puerquísimo caldo las turbias y recientes elecciones donde la gente votó a tontas y a locas acaso por lo peor ¿o es por lo peor que a los guatemaltecos les gusta masoquistamente decantarse?
Otro pingajo al caldo ha sido la absolución del hijo del clown y de su hermano y con ellos, una larga lista de delincuentes que también fueron absueltos o que han emigrado, graciosamente, a detención domiciliaria como el caso de Anabella de León. Y a ello agreguemos que el otro día fueron a buscar -de parte del MP a conocido farmacéutico con arresto domiciliario- y no lo encontraron en casa. Que andaba visitando no sé qué finca por allí, dijo quien abrió la puerta.
La cosa se aflojó completamente (por eso la Fiscal General ha sido abucheada en reciente acto público) porque al caldo que describo tenemos que añadir la despedida total y definitiva de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.
Regresemos a los tiempos de la dictadura militar (entre los 70 y los 80) y bebamos (en el recuerdo hasta rebalsar) de esta repulsiva sopa a la que estuvimos acostumbrados (como pan diario de cada día) por aquellos años (bueno, yo desde los 60, con Idígoras). Como que ya vamos acostumbrándonos al mejunje.
Y como lo vamos estando, les recordaré lo último de lo último en materia de castigos y látigo para la moral, para la golpeada psique de los guatemaltecos: el reciente informe anual de PNUD –que hace parte del programa del desarrollo humano mundial- y que, como siempre, nos otorga los primeros lugares en todo lo deleznable que pueda haber en el humano. Dicho sea de paso, el diario de mayor circulación ni siquiera sacó sobre el tema una nota de dos líneas. ¡Qué miedo le tiene a la oligarquía que maneja la opinión, las ideas y lo que muchos creen que es verdad y es posverdad.
Hay en Guatemala desde 2015 un retroceso en desarrollo humano sostenible. Y hay que decir e insistir porque conviene subrayar estos datos desastrosos, que ya en el 2015 ocupábamos los lugares (en el informe del PNUD) donde se ubican los inodoros y los escusados. ¡Pero hemos retrocedido aún más!
La parte del informe que más conmueve e indigna es el de que la pobreza en este país de miserables (que nos convierte también en un país de personas-andrajos y personas-harapos) asciende a cifras alucinantes.
Todo lo que eché en este podrido perol diabólico va trenzado, va articulado, va dentro del mismo paquete del Pacto de Corruptos en el que sobresalen los del Mariscal Zavala (vip) que mueren por salir en libertad ¡impunes!, ahora con Giammattei.
Y todo ese cazo –que convierte a Guatemala en un Estado distópico- se hace más y más confuso por las leyendas urbanas que genera el nuevo mandatario electo, pues las mayorías ¡objetivamente!, lo clasifican como amigo de la limpieza social, para empezar, y aliado –completamente entregado- a la alta burguesía nacional.