Arlena Cifuentes
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El recién electo presidente Alejandro Giammattei tiene ante sí grandes retos. Si es congruente con su discurso de campaña deberá revestirse de templanza, humildad y coraje –dejando de lado la impulsividad, dando paso al dominio propio– para asumir decisiones que sin lugar a dudas reñirán con los intereses políticos y económicos de quienes detentan el poder a nivel nacional y en el plano internacional con la actual administración Trump, para quienes no somos más que sus vasallos viviendo en un territorio que conforma su patio trasero.

La cautela y prudencia deberían de prevalecer, ya que las mieles del poder entorpecen la mente, hacen imprudente al prudente, pero sobre todas las cosas convierten al primer Servidor de la nación en un Dios, convicción que quienes le rodean contribuyen a reafirmar con su incondicionalidad y adulación. El personaje que asume la presidencia de un país, debería ser quien represente con su ejemplo al mejor y más humilde Servidor, partiendo de la interiorización de que se debe al pueblo que lo eligió. Desgraciadamente, estos personajes una vez en el poder se constituyen en un todopoderoso.

La actual transición para la toma de posesión de aquí al 14 de enero de 2020, es muy larga desde mi punto de vista, no representa una ventaja; todo lo contrario, podría ser peligrosa, su primer craso error lo ha cometido y así lo demuestra la declaración proveniente de su encuentro con el presidente Morales en relación al convenio que pretende convertir a nuestro país en un “Tercer País Seguro” al cual ya dió su aval, dejando mucho que desear y haciendo evidente su enorme desconocimiento no sólo en materia de política exterior, sino en este caso también sobre la trascendencia y el impacto del mismo. Es inconcebible que se pronuncie con tanta ligereza aceptando como “verdad” que no se trata de un acuerdo de “Tercer País Seguro” pasando por alto las graves consecuencias que para el país tendrá dicha suscripción le llamen como le llamen.

Con certeza declara que al convenio en mención no debe llamársele de “Tercer País Seguro” brindado además, su apoyo e incondicionalidad a las decisiones que sobre este tema ha tomado el presidente Jimmy Morales, haciéndose cómplice del engaño en el que se ha pretendido mantener al pueblo a toda costa. Sin haberlo evaluado con la propiedad que el caso lo requiere se ha dejado convencer muy fácilmente. Si este es el inicio tan solo de la transición cuál será el precio que los guatemaltecos tendremos que pagar por haberlo elegido.

Por otra parte, tenemos el derecho de conocer el contenido de los compromisos adquiridos por el actual gobierno, así como de los textos firmados y de sus implicaciones. Es desde todo punto de vista contraproducente que el presidente electo se preste a continuar con este contubernio y que desde ya se coloque sumisamente bajo las órdenes del presidente Trump. En la agenda de su viaje a Estados Unidos seguramente habrán programados encuentros con los funcionarios de ese gobierno para retorcerle el brazo y hacerle ver las enormes ventajas que la suscripción e implementación de dicho acuerdo representa para nuestro país.

El actual gobierno no puede continuar suscribiendo compromisos que comprometan el presente y el futuro de los guatemaltecos. La transición debe tomarse como un período de traslado y entrega de las condiciones reales en las que se deja al país; por tanto el gobierno debe delimitar y concretar sus funciones al período de transición en marcha.

Ninguna cantidad de visas, ni 10 mil ni 100 mil son suficientes para comprar nuestra soberanía, ni para condenarnos a vivir una crisis humanitaria sin precedentes. Retornamos a los tiempos de la Conquista, se nos compra con espejitos de colores por conveniencias y por otros intereses que se esconden bajo la mesa.

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