Fernando Mollinedo C.
Como consecuencia de la victoria electoral de la agrupación política VAMOS, la población está a la expectativa de una transformación profunda en todos los sentidos; ahora, muchas de las formas de ser y actuar administrativo de gobiernos anteriores son y serán vistas con desdén y para muchos son motivo de desprecio, léase: corrupción.
El descontento e insatisfacción en el proceso de conducción del país se produjo por no tener sentido del destino, el cambio sin brújula y remitirnos al mismo lugar de donde empezaron, considerándolo bien: a una regresión en cuanto a valores éticos y morales gubernamentales. Lo anterior es válido a nivel de equipo de gobierno y en lo individual como funcionarios.
Los ánimos de cambio siempre serán buenos, incluso los que nacen de la frustración y desilusión de las promesas incumplidas, del fracaso político de no haber legislado en favor de las mayorías y de los varios intentos de frenar el proceso de recomposición social por medio de pactos legislativos afines a los intereses de los sectores delincuenciales desde ladrones de mala muerte hasta encopetados empresarios.
Lo externo de esos actos reñidos con los objetivos que ofrecieron en campaña electoral denota las nuevas formas de hacer política y es lo que ha estado cambiando a la sociedad, por supuesto, un cambio paulatino, progresivo y profundo, en lo cual tiene mucho que ver la información que hace la interacción social especialmente con el acceso a los flujos informativos de carácter digital, o sea, más efecto que causa.
Lo anterior no implica que la información sea de calidad, puesto que muchas veces es lo contrario y lo ideal sería tener a una persona receptora que sepa y pueda evaluar dicha información, aunque a veces el volumen de la información no permite hacer el análisis correspondiente para verificarla y validarla.
Que los beneficios del progreso se concentren en unas pocas manos y que la mayoría de la población sea marginada en el crecimiento económico tiene referentes éticos inobjetables, es decir, que los gobernantes como sirvientes de la oligarquía nacional y extranjera tomaron decisiones públicas que nos hundieron en la crisis en que hoy vivimos en Guatemala más de trece millones de personas; esas decisiones generalmente de impacto negativo en la opinión pública denotan que la economía nacional va en beneficio de los intereses oligárquicos.
El desafío para el nuevo gobernante no es menor, deberá tener claridad de lo que hay que cambiar y lo que se debe preservar; no es una cuestión ideológica, el asunto radica en un tema central: CONFIANZA. Sin confianza no habrá inversión, sin inversión no habrá desarrollo y sin desarrollo no habrá bienestar, ni progreso ni tranquilidad. El cambio más confiable es el que se funda en la legalidad, la certeza, en el derecho; nadie mejor que las autoridades para acreditarlo o descalificarlo.
La sociedad demanda cambios y la presión es poderosa; por tal circunstancia es tarea del nuevo equipo de Gobierno pedir a la población que se involucre cada uno desde su propio espacio de acción en el proceso de cambio que necesitamos.