En el 2015 se empezó a evidenciar el nivel de podredumbre de nuestro sistema político y lo que vimos en esos primeros meses de tal año fue apenas la punta de un asqueroso iceberg que se fue perfilando cada vez más claro conforme fueron saliendo uno tras otro varios casos, hasta llegar al de la Cooptación del Estado que fue la prueba de que Guatemala es realmente un país que tiene dueños, gente que mediante el financiamiento electoral se arregla la pelota para meter goles a su favor e impedir que el Estado se “distraiga” atendiendo las necesidades de la gente y promoviendo el bien común.

Ese mismo año sufrimos el primer retroceso, sin que la gente se diera cuenta, cuando bajo las mismas reglas y en las mismas condiciones tuvimos elecciones, amañadas también por el financiamiento ilícito que no ha podido ser penalizado porque han hecho micos y pericos para evitarlo y para asegurar que la fiesta continúe sin ningún contratiempo. La elección de Jimmy Morales, quien dijo que no era ni corrupto ni ladrón, pero escondió el financiamiento para aparecer como un candidato pobre y sin dinero, marcó el inicio del fin de la lucha contra la corrupción porque él mismo tuvo que ser sindicado por ser parte del viciado modelo y fue entonces cuando decidió emprender la guerra a muerte con la CICIG, teniendo como poderosos aleros a esos que actúan y se sienten, con razón, como los dueños del país.

Hoy, en la víspera de otra elección y cuatro años más tarde, vemos que el sistema triunfó porque estamos a punto de que la ciudadanía escoja Presidente entre quienes el sistema dejó participar y luego financió a manos llenas. El resultado, por supuesto, no será diferente a lo que se ha visto en estos últimos tiempos porque nadie, absolutamente nadie de los que están en la jugada, quiere nada que parezca o huela a lo que hizo la CICIG. Cómodos con una Fiscal que presume de ser vigilante para ocultar su inactividad e indiferencia ante los crímenes de cuello blanco, los contendientes esperan confiados el resultado de una elección que es más de lo mismo.

Y más confiados esperan los dueños del país, los que con sus cheques de financiamiento mueven las piezas en Guatemala desde hace tantos años y que podrán seguir gozando de sus privilegios y de la certeza de que se ratificó el reino de la impunidad gracias a la dictadura de la corrupción.

No hay razones lógicas para ser optimistas en estas condiciones porque la jugada está cantada.

Redacción La Hora

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